Las reelecciones
Las reelecciones seccionales no son buenas ni malas por sí mismas. Me refiero a una sola reelección, porque más de una produce inmovilismo en la gestión, inercia esterilizante y anquilosamiento personal. Se justifican cuando hay una buena planificación de acciones que se deben terminar, cuando hay obras de gran magnitud que no deben ser interrumpidas por el defecto de prejuzgar que todo lo hecho antes es malo y para evitar que los nuevos alcaldes y ediles desperdicien uno o dos años en el aprendizaje de administrar una ciudad. Las reelecciones tienen su repercusión política nacional en espacios geográficos grandes, con elevada población como son los casos de los cantones de Pichincha, Guayas, Manabí y Azuay, en donde las posiciones ideológicas influyen en el electorado tanto como la evaluación de si se están aplicando bien o mal las políticas de equidad social y de inclusión económica.
Porque ahora se da el voto no solo en función de las obras físicas, sino de lo que se ha hecho para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Ahora ya reclaman servicios fundamentales como el agua potable, alcantarillado y saneamiento ambiental. Los resultados dicen si los alcaldes han invertido con equidad sus recursos, cuánto por habitante en las zonas prósperas y cuánto en las zonas periurbanas y rurales. Ahora la gente tiene herramientas para darse cuenta si los gobiernos seccionales actúan equitativamente, administran con eficacia y rapidez, sin corrupción y saben a quiénes ha beneficiado la administración del potencial reelecto.
En las demás provincias de la Sierra y la Costa es importante el contenido político local de lo que han hecho los dignatarios, pero no tienen repercusión nacional en la opinión pública. Aquí la obra cotidiana de los alcaldes es lo relevante (de los prefectos, por innecesarios, prefiero no hablar) así como la honestidad en el manejo de los dineros públicos.
A veces hay cantones importantes e influyentes por su producción económica, por su situación estratégica, si están en las fronteras sur o norte o si cuentan con recursos especiales.
En las provincias amazónicas, que son las más retrasadas en su desarrollo, el carisma de sus líderes locales determina el voto más que un análisis político o económico de sus gestiones.
Lo lógico es que los pueblos reelijan a los que han trabajado bien, pero a veces reeligen a los que dicen, con su propaganda, que han trabajado bien.
Pero también hay casos de dignatarios que han hecho bien las cosas pero no desean la reelección por saturación en sus vidas privadas. Por eso debemos diferenciar a los que quieren ser reelectos para seguir sirviéndose de la política o los que realmente tienen vocación de servicio público desinteresado, que requiere sacrificio personal.