Helen, la admirable esposa de Leslie DeGroot, ilustre científico norteamericano, nos comunica que nuestro amigo ha fallecido el 23 de octubre. Helen debe haberse dirigido también a los centenares de amigos y discípulos de su esposo en el mundo entero. Desde nuestro país un redoble de campanas, que no paran.
Con seguridad, el Prof. DeGroot, de la Universidad de Harvard y de La Universidad de Chicago, fue uno de los médicos de mayor prestigio a nivel mundial en el siglo pasado. Aparte de numerosos libros y centenares de artículos científicos, la obra “Texto de Endocrinología”, en 6 volúmenes, de la que fue editor y coautor, le significó un reconocimiento internacional, poco usual. Una vez que creía que la educación en medicina no tenía por qué ser costosa sino rigurosa y libre, fácilmente accesible a todos los médicos y estudiantes, mantuvo en los últimos 15 años de su vida dos libros de texto web, disponible en línea sin costo en todo el mundo. “Endotext” y “Thyroid Disease Manager” constituyen una importantísima fuente de información.
A comienzos de los años sesentas mi maestro norteamericano Dr. John, B. Stanbury, Director de la Unidad de Tiroides del Hospital General de Massachusetts, (HGM), se había constituido en el promotor de un gran proyecto: estudio de los efectos de la deficiencia de yodo en las Américas. En sus laboratorios los interesados dominarían las técnicas “up to day”, de manera tal que en los centros que se irían formando en el continente las observaciones utilizarían los mismos indicadores. Así era posible la obtención de “grants” que financiaran las investigaciones. En nuestro país y en otros del continente no se había destinado un dólar a la investigación científica.
Mi amistad con Leslie DeGroot se inició en aquella Unidad del HGM. Leslie era el segundo de a bordo. Con una generosidad sin límites me dio un espacio en su laboratorio y puso a mi disposición uno de sus ayudantes. Retorné a Quito, en la Escuela Politécnica Nacional monté las técnicas que había aprendido, solicité ‘grants’ que fueron aprobados y los dólares comenzaron a llovernos. DeGroot vino a visitarme; una suerte de hermano se alojó en mi casa. Fuimos a Salinas (Bolívar) en donde desde épocas inmemoriales se faenaba sal yodada natural y en donde habíamos descrito la adaptación de la tiroides humana a las grandes alturas. Cuando fue del caso mi amigo Leslie hizo valer nuestra autoría, como la descripción del retardo mental endémico, el más devastador de los desórdenes por deficiencia de yodo.
Mi hijo Francisco y yo somos deudores de ese hombre bueno, generoso, de esos que no mueren, Leslie DeGroot. Las investigaciones experimentales que realizamos en las instalaciones de la Unidad de Tiroides de La Universidad de Chicago del cual era Director, nos situó en el mundo desarrollado.
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