Hace unas tres semanas me llegó un correo con una invitación, de esas a las que no se puede decir no. Es más, diría de esas que agradeces que te hayan invitado. Cuando leí su contenido, declaración de doctor Honoris Causa, otorgado por la UIDE a Simón Espinosa, solo pensé en lo grata que debo ser con la vida, por los amigos y, en especial, por ese grupo, en el que alguna vez fuimos como 10 o 12 y ahora somos 5, porque la vida nos lleva por caminos distintos. O simplemente las agendas se copan con urgencias.
Aquel grupo se armó hace unos 10 años, aunque todos nos conocemos al menos hace 30. Solíamos almorzar cada martes a las 12h30 en el Pobre Diablo. Ni siquiera necesitábamos convocarnos, porque sabíamos que alguno estaría en la mesa ubicada a la entrada. Así que era cuestión de llegar, sentarse en las bancas y sillas y comenzar a charlar. Sonrisas, cariño, cercanía y, por supuesto, opiniones, soluciones, nuevas preocupaciones nos retenía algo más de dos horas.
Aquel restaurante cerró y empezó nuestro recorrido semanal a diferentes sitios. Llegamos a entrar en algún vegetariano que nos dejó con hambre a todos. Simón fue el primero que dijo vamos por un café con un sánduche. Pasó la pandemia y eso nos separó por dos años. Luego de ello, hemos tratado de visitar a Simón en su casa, ubicada en La Mariscal.
Ana María siempre nos recibe con gran calidez. Y enseguida aparece Simón con su sonrisa y los brazos abiertos para cada uno. Ese abrazo fraterno, de cariño, envuelve. Sentarse en su sala y que él arranque la conversación con algún comentario de humor fino es señal que la tarde quedará corta. Nunca falta un whisky o un coñac. A más de la política, le gusta hablar de libros, y se interesa por saber cómo estamos. Mira directamente a los ojos y si descubre un atisbo de tristeza, hará lo posible por sacarte una sonrisa o dar un consejo que parece muy general, pero va directo a quien lo necesita.
A veces lo miro mientras conversa amenamente con Toño, Francisco o Thalía. Los ojos de ese hombre de más de 90 años se iluminan. Su lucidez es la que muchos necesitan. Su valor para enfrentarse al poder no ha decaído. Él pertenece al grupo de hombres y mujeres de la tercera edad que afrontaron juicios penales al enfrentarse con el expresidente fugado de la justicia y militante del socialismo del siglo XXI.
La generosidad de Simón también ha sido inmensa. Alguna vez ha recitado versos de algún autor que le gusta. Nos da sus impresiones sobre algún libro que está leyendo. Si son autores en otros idiomas, nos recomienda leerlos en su versión original y no en la traducción. Nos habla de documentales que ha visto y que sugiere que veamos. Colabora con quien le pide ayuda, sea con una columna de opinión, una entrevista, un prólogo para un libro, un discurso… Algunos, incluso, hemos tenido el honor de ser criticados por él, cuando hemos cometido errores en el ejercicio periodístico.
Estoy feliz por ti, Simón, y por ese Doctorado Honoris Causa que te entregarán esta mañana. Felicitaciones y salud.