La real importancia del Presidente

La larga ausencia de Hugo Chávez al frente del Ejecutivo venezolano como lo fue la ausencia reiterada de Fernando Lugo del poder en Paraguay (casi 200 días) demuestra que lo que creen los mandatarios no es tan cierto. No son imprescindibles y el país puede funcionar perfectamente sin ellos. Debería ser también un punto de reflexión de los electores quienes tendrían que tener más opciones que el simple sufragio cada cierto tiempo. La revocatoria del mandato es una de ellas para quienes no cumplen las promesas electorales y para los que se ausentan por una buena cantidad de tiempo pero que siguen cobrando sus salarios incluso sin asumir como es el caso del Mandatario venezolano.

En los tiempos actuales de gran fragmentación del poder, el líder mesiánico o predestinado tiene muy pocos argumentos para sostener su carácter de imprescindible. Las cosas hoy pueden funcionar a control remoto o muy lejos de la oficina de un Mandatario. No es raro encontrar que el magnate especulador George Soros haya dicho que una simple llamada suya a su ‘broker’ en Argentina ordenándole que saque su miles de millones de dólares de bancos de ese país puede producir el efecto de un “golpe de Estado silencioso” y sin militares. Y esto lo dice quien en procedimientos similares estuvo a punto de quebrar a Rusia e Inglaterra economías un “poco” más grandes que la del país sudamericano. La toma de decisiones no se dan donde se emiten los discursos.

Este es solo el escenario donde se desarrolla la retórica del poder pero no es el centro del poder mismo ni el Presidente toma las decisiones finalmente.

Los mandatarios alejados de sus funciones nos demuestran que la vida de las personas depende menos de ellos que lo que en verdad se imaginan y que las acciones cotidianas se guían por otros parámetros muy distintos a la imprevisibilidad que rodea la idea del ejercicio del poder. A Chávez y al pueblo adherente a su causa su ausencia física les debe llevar a una reflexión profunda acerca de la importancia real del Presidente en su vida práctica y que el concepto mesiánico del ejercicio del poder está muy lejos de lo cotidiano.

Por eso hay que revivir siempre al ausente, hacerlo extrañar para que la gente no termine de comprobar que su figura no era tan importante como se creía. No hay que mostrar la realidad de su enfermedad pero siempre hay que jugar con ella de manera tal que el Presidente siga vivo a pesar de estar casi muerto. En el Paraguay el tratamiento en Brasil pudo sepultar por un tiempo el escándalo de su paternidad en tiempos obispales y generó un sentimiento de conmiseración que le sirvió para continuar en el cargo mucho más cómodo.

La ausencia de los mandatarios nos permite ver el lado humano de las cosas, el indetenible paso del tiempo y la escasa importancia de quienes ostentan grandes cargos para el común de la gente. Es como salir de vacaciones y creer que las cosas no seguirán iguales o mejores sin nosotros