Impresiona su ambición. Publicitan, promocionan, anuncian sus proyectos con nombres ligados a la naturaleza, a la luz del amanecer. Hoy, agua, mañana, aire, pasado mañana, árboles; siempre, sueños que fingen la voluntad de preservar, de guardar… Un último adjetivo, nombre hoy, que es siempre penúltimo, aparece por todas partes: en redes que lo soportan todo y en vallas sucesivas, en la carretera de subida y bajada Cumbayá-Quito-Cumbayá, para que se clave en la memoria de los viajeros y designa esos jardines que en las ciudades del mundo entero son los más sabios, cuidados y bellos, pero este calificativo, aquí, oculta codicia y despojo de la naturaleza. Constructores insaciables que, bajo títulos limpios, talan, cortan, rompen, invaden, deshacen, entorpecen y acaban llenándolo todo de torres de cemento que, en el mejor de los casos, en sitios en los cuales solo pueden construirse tres pisos, empiezan en cuatro y terminan en cuantos les da la gana, llenando, horizontal y verticalmente, espacios enormes para entregar, listos para ser ‘habitados’, una mayoría de departamentos diminutos y apenas habitables, sobre vestíbulos amplios y lujosos; el gimnasio, la piscina y unos cuantos árboles, mustios todavía, lucen donde antes talaron los que les molestaban por grandes, pero compensan con creces a nuestros yupis… Hormigueros por todo Quito, y desde hace algunos años en Cumbayá, rompen las antiguas exigencias que permitían al valle llenarse de casas familiares, árboles y jardines, en construcciones de uno, dos y no más de tres pisos. Empiezan a subir y no paran, donde sea. Se sabe, en el más reciente proyecto de ‘jardín’, que aún no tienen permisos de los munícipes: el titular de la secretaría de Territorio, Hábitat y Vivienda, “expone los detalles del predio privado, subdividido en cuatro zonas según el uso del suelo. Solo una puede destinarse a construir con fines residenciales que no superen los tres pisos”, pero empezaron a publicitarse sin parar y claro, quizá pronto haya que preguntarse cómo consiguieron permisos para una construcción que invadirá zonas de quebrada. Para ellos serán las cuatro zonas.
Atraen a los compradores ofreciendo precios de ‘entrada’ mínimos ¿a quién no le atraerá asegurar su departamentito con 1 500 dólares? Es su forma de proceder y con ella les ha ido requetebién: ofrecen, atraen, llaman y, bien embarcados en sus edificaciones, ‘informados’ los posibles compradores, ellos obtienen nadie sabe cómo, pero lo imaginamos, los permisos requeridos en todas las zonas de Quito y del valle, donde luce tras la Plaza Cumbayá y todavía gris, otra horrible e indiscreta torre de cemento, –tal un juego de legos-. Porque, que sepamos, nunca ningún munícipe ha negado desde su ámbito espeso, lo que estos constructores quisieron conseguir. El concejal Carrión rechaza: “Cuidado vayan a creer que pueden imponer y definir los modelos de expansión humana en el distrito”. Está claro: de ustedes depende, señores concejales.