En un artículo de opinión aparecido en diario El País el 15 del presente, sobre la pretendida consulta en Cataluña para convertirse en un estado independiente, el autor Ángel de la Fuente sugiere recordar, en sus palabras, que para el mundo y la UE son muy poquita cosa. Cataluña, menciona, “supone solo el 1,44% de la población de la UE y el 1,50 % de su PIB”. Añade, “la fría razón exige reconocer que somos perfectamente prescindibles”. Tal afirmación la realiza con crudeza y claridad y, a más de uno, la escandalizará. Pero a veces es bueno mirar el entorno y llegar a conclusiones no autocomplacientes. Si la Comunidad Catalana representa esa porción del PIB europeo se convertiría en un estado con una economía del tamaño de la peruana, pero con una población cuatro veces menor. Así y todo, les invade el temor de que en el contexto internacional serían casi insignificantes, sin mayor peso específico. El hecho real es que, escindidos, a sus inicios, probablemente no tendría la relevancia y el poder del que ahora gozan. A sabiendas que el mundo actual exige mayor cohesión de bloques económicos, la acción implicaría enormes riesgos. Sin embargo, será una decisión que deberán adoptar los interesados. Ellos sabrán resolver la situación de la mejor manera para sus intereses. Lo que llama la atención es la percepción que tienen del mundo. Si nosotros consideramos que el vecino del sur está realizando un valioso esfuerzo para enfilarse en la senda del desarrollo, que es uno de los que más atrae inversión, a ojos foráneos de nuestra región, aún sería una pequeña economía sin mayor presencia en el entorno global. Si esa calificación le cabe a una economía que casi nos triplica, cuya población apenas llega al doble de la nuestra ¿cómo nos considerarán? La verdad es que, a pesar de lo que pensamos hacia dentro, estamos lejos de ser economías autosuficientes que salgan adelante por sí solas en un mundo cada vez más integrado y competitivo en el que, países de todas las regiones, disputan escasos recursos. Paradójicamente quienes atraen mayor inversión son los Estados más grandes y reciben flujos de los pequeños o de economías frágiles, que huyen en busca de seguridad porque en los suyos no les brindan.
Este fenómeno va más allá de las simples ideologías. O las economías se expanden y producen más bienes y servicios, se vende más en los mercados interno y externo, o se consume la riqueza creada perdiéndose paulatinamente patrimonio. A aquello están abocados todos los países y miran con preocupación decisiones que puedan ser contrarias a sus propósitos de convertirse en actores importantes en el ámbito mundial. Momento oportuno para sacar conclusiones que nos impulsen en búsqueda de un modelo sostenible para atender, principalmente, las inmensas necesidades de tantos ecuatorianos que no hallan salida de la pobreza.