Participación Ciudadana

Entre las numerosas razones para eliminar al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, Cpccs, no puede dejar de mencionarse la reacción de los candidatos a ese organismo frente a los que postulan el voto nulo.

Reunidos en la ciudad de Guayaquil, se atrevieron a calificar de inconstitucional la campaña por el voto nulo, ignorando que el voto es un derecho constitucional y que la opción de votar nulo es tan válida como la de votar por uno se ellos.

No quiero imaginar lo que vendrá sobre la República cuando lleguen al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social.

Otra causa que provoca reacción, son las ofertas que van haciendo por los pueblos.

Las funciones del Consejo están en la Constitución, pero los candidatos las han tomado por letra muerta y prometen toda clase de medidas que no están dentro de su competencia.

El error político del gobierno al haber patrocinado la consulta popular para elegir por votación popular a los miembros del Consejo no puede ser mayor.

Sin un partido político que le respalde, con unas encuestas que van en bajada, con una Alianza País que no se sabe que es, es decir sin ningún control de un sector de la votación, puso en bandeja a una institución de tal importancia en las manos del correismo, que si algo sabe es engatusar a las masas.

Ante la pasividad del gobierno y de los sectores que le apoyan, los partidarios del gran prófugo inundan los medios sociales con falsedades y, lo que es peor, indilgando al actual gobierno la situación socio-económica que padece el país por la exclusiva responsabilidad del que le presidió.

Los hechos de corrupción que salpican a moros y cristianos del régimen anterior no han sido debidamente difundidos por los encargados de la propaganda gubernamental.

Mientras la Contraloría General del Estado se ha convertido en máquina de producir denuncias y actos delictivos, la Fiscalía duerme el sueño de los injustos.

Y el Gobierno, en lugar de poner en movimiento a las instituciones llamadas a combatir la corrupción, anuncia con bombos y platillos que un día llegaran organismos internacionales a escarbar en las basuras que dejaron los cómplices de los que dominaron en este pobre país por una década.

Los españolitos neo-marxistas que asesoraron en la redacción de la Constitución de Montecristi, se cuidaron bien de ponerla un gran candado que impidiera su reforma. Como única alternativa el Gobierno debe buscar el mejor momento político para iniciar una reforma constitucional.

La razón me dice que debo votar nulo, pero el sentido común me advierte del riesgo de que el número de nulos no sea suficiente y que una minoría activa cope con correístas el Consejo de Participación Ciudanana y Control Social.

El peligro es demasiado grande para arriesgarnos.

fchiriboga@elcomercio.org