Papakuna vuelve a los escenarios de Ecuador para hacernos reír y sacudirnos la conciencia. Se trata de una obra de “agroteatro cómico-musical” creada por el colectivo Yama y dirigida por Juana Guarderas, con la actuación de Natalia Ortiz, Ilyari y Carlina Derks. Se estrenó prepandemia, pero tuvo que quedarse confinada, hasta ahora.
Basada en la investigación de Cecilia Dávila, narra la historia de 3 papas: las nativas chihuila y boronga, y la mejorada superchola, más productiva y resistente, pero adicta a los agroquímicos. La modernidad y la lógica del mercado, encarnadas en la superchola, chocan con la tradición y los saberes ancestrales, representados por las nativas.
La papa es el caso de globalización más exitoso de un producto americano. De origen andino, fue trasladada a Europa en el siglo XVI. Inicialmente, solo fue forraje de animales. Federico de Prusia se propuso convertirla en un alimento básico y, para quitar su estigma, dispuso seguridad permanente para proteger a tan valioso tubérculo. Paulatinamente, aumentó su aprecio, se transformó en un ingrediente infaltable en la cocina europea y se extendió por el mundo con el nombre de patata.
Actualmente, es uno de los principales alimentos globales y sus mayores productores son China, India y Rusia. Entre los originarios, Perú es #17, Colombia #26, Chile #41, Bolivia #43 y Ecuador #67. Si bien los andinos no son los mayores productores, son los que más variedades tienen. Perú, por ejemplo, tiene aproximadamente
3 mil quinientas. Sin embargo, esa diversidad está amenazada por la introducción de papas mejoradas y prácticas agrícolas intensivas en pesticidas y fertilizantes. De hecho, cientos de variedades de los Andes ya han desaparecido.
Esta historia va más allá de la papa y ha desatado un intenso debate. Los “tecno-optimistas” sostienen que la tecnología mejoraría la productividad e ingresos de los agricultores y ayudaría a combatir el hambre. Los “vuelta a la tierra” critican esa visión por su impacto ambiental y degradación de recursos, especialmente el agua, y proponen retornar a sistemas más frugales, equitativos y sostenibles.
¿Será la tecnología o la tradición las que salven el futuro de los alimentos? Parecería que ni una ni otra, sino la combinación inteligente de las dos. Para ello, se necesitará un balance entre los avances de la ciencia y el valor de los conocimientos ancestrales, respaldado por una activa acción colectiva.
Por ejemplo, para preservar la biodiversidad de la papa, será clave valorizar las variedades nativas, fortalecer su demanda interna y externa, e incluso estar dispuesto a pagar más por un mejor producto. El chef peruano Gastón Acurio sostiene que nadie compra una papa nativa por lástima, sino porque es la más sana y rica. Una alianza campesino-cocinero-consumidor será la mejor guardiana del futuro de nuestros alimentos.