Las palabras sirven para aspectos positivos: enseñar ciencias, animar a las personas en momentos difíciles, etc., pero también pueden ser usadas para manipular el inconsciente colectivo de los pueblos por parte de los grupos de poder. Para esto, seleccionan un grupo de palabras impactantes. Las vacían de contenido y las presentan como algo novedoso, de última generación.
Así, por ejemplo, la palabra estrategia de origen militar, se la ha puesto como adjetivo de cualquier cosa. Han surgido expresiones como: planificación estratégica, objetivos estratégicos, etc. A la educación, igualmente, agregan adjetivos: excelencia, calidad, innovación, etc. Entonces, tenemos: educación de excelencia, educación de calidad y calidez, educación innovadora, etc. En la práctica, los adjetivos nada han cambiado. Esto es la inflación verbal. En lo económico, en la inflación, la moneda pierde su valor. En el caso de las palabras, ellas pierden su valor.
En el Ecuador, la Constitución la hicieron tan grande y la llenaron de adjetivos y textos, contradictorios para engañar. En el artículo 1, definieron al Estado con palabras románticas, incluido con la plurinacionalidad. Pero, se aseguraron de poner primero que es unitario y solo al final, está la palabra plurinacional. Si de verdad hubieran querido cambiar al Estado bastaba decir: el Ecuador es un estado plurinacional. Igual cosa hicieron con las lenguas indígenas. Primero establecieron que el castellano es el idioma oficial para todo. Luego pusieron que el castellano, el kichwa y el shuar son oficiales, pero solo para la interculturalidad.
Ante este artificio, es necesario tomar consciencia que el objetivo final de esta verborrea es tapar la corrupción de los últimos 15 años. Para eso, utilizan ejércitos de troles que inundan las redes sociales. Las palabras deben ser tomadas en cuenta, solo si están respaldadas por los hechos. El resto es inflación verbal para la dominación.