Los últimos atentados terroristas en Francia suscitaron, además de la indignación y condena generales, valiosos estudios sobre las ideologías radicales que no admiten la coexistencia de culturas diferentes y creen que la única forma de la relación entre individuos o pueblos distintos es la confrontación y, en última instancia, la guerra.
Se examinaron la naturaleza y los alcances de la libertad de opinión y expresión del pensamiento y se defendió el derecho de comunicar las ideas propias, sin cortapisas que una vez puestas en vigor -inclusive mediante el recurso a las leyes- crean obstáculos progresivos al ejercicio de una de las libertades fundamentales de la persona. Muchos concluyeron que como el ejercicio de tal libertad no puede admitir limitación alguna, existe entonces un “derecho de blasfemar”, al que concibieron como un progreso en el reconocimiento de los derechos humanos.
¿Existe, en efecto, un derecho de blasfemar? Tengo para mí que quienes responden afirmativamente a la pregunta serían los mismos que defienden la existencia de un “derecho a equivocarse”. No es infrecuente que una persona, para defender sus errores, arguya que tiene derecho a equivocarse. Nunca he logrado ponerme de acuerdo con esa manera de pensar. Creo que quienes a ella adhieren, confunden la evidente falibilidad de la naturaleza humana con un inexistente derecho a cometer errores. Una cosa es que nos equivoquemos, dada nuestra imperfecta naturaleza, y otra muy distinta que tengamos derecho a hacerlo. Todos nacemos con las falencias naturales que nos inducen al error. Y cuando nos equivocamos, estamos dando testimonio de esas limitaciones naturales, lo que no equivale a decir que tenemos derecho a equivocarnos.Por el contrario, estamos obligados a hacer lo posible para evitar el error y, en consecuencia, debemos esforzarnos para conferir a nuestros juicios la máxima imparcialidad y objetividad. Si al equivocarnos estuviéramos ejerciendo un derecho, no se nos podría responsabilizar de las consecuencia de tales actos.
Lo mismo puede aplicarse para responder a la pregunta ¿hay un derecho de blasfemar? Creo que no: lo que existe es la libertad de pensar, opinar y transmitir el pensamiento propio. En el ejercicio de tal libertad, el ser humano puede cometer errores y excesos. Uno de esos excesos sería blasfemar, es decir ser ofensivo para las creencias religiosas ajenas. Eso es hacer un mal uso de la libertad de pensar y transmitir el propio pensamiento. Pero no es un derecho.
Hay límites marcados por algo superior a las leyes y a las decisiones del poder, límites que se encuentran en el corazón de las culturas y definen los avances de la civilización. El respeto al ser humano, a sus libertades y derechos es -como lo dijo Benito Juárez- el otro nombre de la paz.