No solo en el virus debemos pensar. Están circulando vídeos de grupos de mujeres, la mayoría jóvenes, realizando una coreografía acompañada de cánticos que protestan contra el machismo, abusos contra las mujeres, violencia y violación. Son a mi juicio totalmente legítimas las protestas contra todo aquello, que representa la peor lacra de nuestras sociedades. Las he hecho mías y apoyado durante décadas, en este espacio y en muchos otros.
Dicho eso, veo facetas muy preocupantes en aquellos videos, la más seria de ellas la acusación “¡El violador eres tú!” lanzada contra todos los hombres con dedo índice que apunta sin discrimen alguno. Y cuando un hombre protesta por esa infundada atribución de culpa, viene la burlona respuesta de que, claro, se siente aludido o, como ocurrió hace unos días, la golpiza al hombre por mujeres enfurecidas.
No solo considero legítimas las protestas que comento: también comprendo la furia con que las expresan tantísimas mujeres. Pero … y hay un claro “pero” … creo que cometen un grave error al proferir ofensas gratuitas y acusaciones injustas como las que oímos en esos cánticos. Aunque dé entendible rienda suelta a la indignación, hacer lo mismo que a uno le lacera y humilla profundamente no persuade a favor del cambio, deslegitima una propuesta absolutamente válida, y expone a quien lo hace a justificado reproche. Una protesta moral, y ésta lo es sin lugar a duda, debe mantener en alto su propia moral.
No es este el único caso en el que una legítima expresión de protesta haya estado en riesgo de perder su brújula moral. Muchos de los pensadores de la Ilustración que tanto admiro se volvieron atrabilariamente ofensivos e insultantes en sus protestas contra la intolerancia de los reyes y de la Iglesia, tan intolerantes contra los intolerantes que le dieron al liberalismo un mal nombre que subsiste, solapado, hasta el día de hoy.
En mi condición de aliado de las mujeres, convencido y comprometido con la causa de liberarlas de las vergonzosas e injustificables ofensas y violencias a las cuales viven expuestas, no solo en nuestras sociedades sino en el mundo entero, les pido, les imploro que mantengan la serenidad y el respeto en la protesta y no caigan en el error de la incoherencia moral. En circunstancias distintas, pero válidas para hacer analogía, Miguel de Unamuno advirtió a un general franquista en España “Tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir.” Agregó “Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho”. No es ese el caso acá: a la lucha de las mujeres y de nosotros los hombres que las acompañamos en ella le sobran razón y derecho. No deben algunas de Ustedes, por favor, salpicarla con la falta de razón y el atropello a los derechos de otros.