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‘Somos muchos, somos más’

‘Somos muchos y cada día somos más”, escribe el presidente griego Alexis Tsipras, en el prólogo al libro de Pablo Iglesias -el líder de Podemos-, quien ha publicado ‘Disputar la Democracia’, un texto a medio camino entre la doctrina, la crítica de la economía y el catecismo para la salvación.

La tesis implícita en esa frase es esta: la mayoría es la quintaesencia de la razón; las creencias de la multitud son capaces de cambiar la naturaleza de las cosas, y basta con que los más lo digan para que la noche sea día, y la esclavitud sea libertad; que las muchedumbres no se equivocan; que la verdad no es una categoría lógica, ética o científica, sino una dimensión electoral; que la virtud está siempre al lado de los más.

De allí se desprende también la radical descalificación de las minorías, la satanización de los menos, y de allí deriva la idea errónea y peligrosa de que la democracia se reduce a las sumas, restas y proclamas que se imponen.

Esta idea, que es el fundamento y el núcleo del populismo del siglo XXI, tiene consecuencias muy graves para el individuo, porque transforma a la mayoría -siempre vaporosa, maleable, impersonal y obediente- en el absoluto, pero el problema de los absolutos es que son contrarios a las libertades, y son excluyentes, soberbios y dogmáticos.

La idea del absoluto multitudinario provoca, como necesaria consecuencia, el silencio de los “otros”, menoscaba la legitimidad y los derechos de los oponentes, y pone en entredicho el hecho, incuestionable en mi opinión, de que la soberanía reside en cada persona concreta, en lo que Unamuno llamó el hombre de carne y hueso.

“El dogma de la soberanía de las multitudes es, desde el punto de vista filosófico, tan poco defendible como los dogmas religiosos de la Edad Media”, escribió Gustavo Le Bon en un libro esclarecedor y estremecedor: “Psicología de las multitudes.” Deberíamos volver sobre ese texto casi olvidado, que ayuda a esclarecer lo que hoy ocurre en el mundo.

Aquello de “somos muchos, y cada día somos más” a que apela el Primer Ministro griego, y al que apela ‘Podemos’, y que es, además, el argumento que circula por América Latina como la razón incuestionable del poder, merece detenida reflexión. No se reduce a una cuña electoral, ni es solamente recurso retórico de un discurso. Es parte sustancial de un pensamiento que reduce el derecho a mandar exclusivamente a la aclamación multitudinaria, que apuesta a los actos de masas, a la democracia plebiscitaria, a la mayoría como moral y a la minoría como pecado.

Y esto es serio y riesgoso para la democracia entendida como tolerancia, y para los países entendidos como el espacio en el que tienen derecho a vivir y a opinar todos, los que militan por las tesis multitudinarias, y los que discrepan de ellas.