El acaparamiento de todas las funciones del Estado y la enorme cantidad de recursos provenientes, especialmente, de los inusualmente elevados precios del petróleo, condujeron al Ecuador a vivir en la desmesura, sin control ni equilibrio.
Si el presupuesto sube de aproximadamente 8 000 millones de dólares en el año 2008 a más de 30 000 millones en el 2015, hay desmesura, que provoca efectos negativos cuando no puede sostenerse, más ante la ausencia de prevención elemental.
Si el número de ministerios pasa de 17 en 2006 a 43 en la actualidad, se incrementa el gasto público, no la inversión. En muchos casos innecesariamente, porque semejante desmesura en el tamaño del aparato burocrático -tenemos más ministerios que en Brasil- implica otros gastos en secretarias, ayudantes, asesores, vehículos, choferes y equipamiento que, además, entorpecen el buen funcionamiento y disminuyen la calidad del servicio.
Los servidores públicos han aumentado de 360 000 a aproximadamente 520 000, conspirando contra la eficiencia, menor mientras por mayor número de manos pasen las cosas. No hay mayor enemigo de la eficiencia que el exceso de personal, en el sector público o en el privado.
El IESS amplía los servicios y los beneficiarios desmesuradamente y ahora tiene déficit en el fondo de salud, porque esa ampliación no tuvo la contrapartida adecuada de mayores ingresos. En el colmo de la irresponsabilidad, se suprime el aporte del 40% que el Estado tenía la obligación de hacer y ahora se trasladan recursos del fondo de pensiones al de salud, desfinanciando más al primer fondo y trasladando enorme problema al futuro.
Todo es desmesurado. La propaganda gubernamental atosiga en los medios de comunicación. Los ataques furibundos de los adversarios, de lado y lado, proliferan. El desenfreno consumista invade todo. En Quito circulan más de 500 000 vehículos, haciendo imposible la solución de la movilidad. La cantidad de dinero circulando en la economía estimuló la construcción en el país en niveles no conocidos y ahora es la actividad que más se contrae. Vamos de un extremo a otro.
Se provoca un serio problema institucional cuando, desproporcionadamente, se inician procesos amparados en delitos estatuidos en el Tribunal de Núremberg para juzgar los crímenes de genocidio de Adolfo Hitler, cuya consecuencia probable será el no juzgamiento de quienes merezcan ser juzgados.
No hay en la sociedad el menor sentido de equilibrio que evite las partidas de caballos de carreras y los frenazos de burro. Recuperar la sensatez es tarea de todos, porque también el sector privado desmesuró su acción y el despilfarro se generalizó. Si no hay conciencia, en todos, de la necesidad de rectificar, de cambiar muchas cosas, de actuar con un poco de humildad, de no magnificar todo, la tarea impostergable de aterrizar en la realidad se volverá inmanejable.