Las conversaciones de paz entre el Gobierno de Colombia y la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) dan un paso. Por primera vez en ocho años largos el esfuerzo rinde sus primeros frutos. El alto el fuego se inicia hoy y en su primera etapa llegará hasta el 9 de enero. Se aspira a su prolongación y al cese definitivo de hostilidades.
Este acuerdo podría concretarse luego del proceso de paz alcanzado entre el Gobierno de Colombia con el más poderoso grupo insurgente, Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, que ya son un grupo político legal.
La puesta en vigor de ese acuerdo no ha estado exenta de complejidades e interrogantes sobre los delitos que han quedado impunes, pero la paz siempre es preferible a la sangría de una guerra inútil.
Lo mismo se podría aplicar en cuanto a un posible acuerdo con ELN, la segunda fuerza armada rebelde en Colombia.
Los diálogos de paz en Colombia tienen una larga historia detrás y no siempre con resultados positivos. El acuerdo del presidente Belisario Betancur con las FARC terminó en un baño de sangre de los dirigentes políticos de Unidad Patriótica, entre ellos los candidatos presidenciales Bernardo Jaramillo y Jaime Pardo. Luego de la toma del Palacio de Justicia a cargo del M -19, un acto potente y con heridas dolorosas, ya en el gobierno de Virgilio Barco se logró el acuerdo de paz, empero el líder del grupo armado Carlos Pizarro cayó asesinado cuando escalaba en protagonismo político.
Con las FARC, el presidente Andrés Pastrana determinó una zona de despeje que no arrojó resultados positivos.
La política de seguridad democrática de Álvaro Uribe Vélez debilitó a las FARC y su sucesor, Juan Manuel Santos, firmó la paz no sin duros cuestionamientos de Uribe. Sin los logros militares del Gobierno anterior no se hubiese podido llegar a la paz.
El caso del ELN es un último escollo. ¡Suerte, Colombia!