Concedieron el Nobel de Literatura de 2013 a la escritora canadiense Alice Munro, de la que el curioso lector puede encontrar, su espléndida colección de cuentos “Secreto a voces” (Ed. Norma), 8 relatos maravillosos que le abrieron el camino al Giller Prize y otros galardones, para llegar ahora al Nobel. Es la 13ª escritora mujer en recibirlo, en tanto lo han obtenido 99 escritores. La Academia Sueca premió a Alice Munro y al género del cuento. La definió como “maestra de la narración breve contemporánea”. Nacida en 1931, en Ontario, estaba considerada en Canadá como una de las principales escritoras. Como la heredera del maestro del relato breve, Antón Chéjov. Su extensa obra se sustenta en la narrativa breve, que comenzó a escribir desde muy joven, cuando vendía relatos a la radio pública canadiense, y ha proseguido así hasta nuestros días. En contadas oportunidades incursionó en la novela.
De haber nacido en el Uruguay de hoy, Alice Munro no permanecería inédita gracias a que aquí tenemos a “Ediciones de la Plaza”, que nunca ha dejado de editar cuentos. Curiosamente, este género carece hoy de difusores por estas latitudes, lo cual llama la atención porque lo contrario ocurre en Estados Unidos, donde reverdece el cuento corto, en Francia, Italia o España. Entre nosotros, Borges sería inédito; también una buena parte de la obra de Hemingway y Scott Fiztegeral, de Virginia Woolf y más de un tercio de lo escrito por nuestro Onetti.
¿Qué distingue a Alice Munro? El dominio del relato breve. El cuento es a la novela lo que la fotografía al cine. Este género es una síntesis que atrapa fragmentos de la realidad pero irradia mucho más de lo que describe. La intensidad y la tensión de su tratamiento literario, y este es el caso de Munro, da una poderosa significación a lo que se dice, más allá de los temas que trate. Por esta razón, los lectores tenemos vivos en la memoria “cuentos inolvidables”, entre tantos otros hemos leído, y nos acompañan ajenos al tiempo. Los recordamos porque son aglutinantes de una realidad que es más vasta que la anécdota que cuentan. Una semilla que se hizo árbol y ofrece sombra acogedora. En los cuentos vemos y observamos lo que el escritor quiere mostrarnos; y lo demás (Hemingway la llamaba “técnica del iceberg”) lo imagina el lector, lo agrega a lo que lee. Y esto percibimos en los cuentos de Alice Munro. En sus historias, el tiempo y las realidades cambian, advertimos que hay verdades superficiales de la misma manera que, en diversas oportunidades, las identidades son inciertas. En “Mi vida querida” (Lumen), que acaba de editarse en castellano, los cuentos ofrecen un amplio territorio para observar el universo de la mujer a distintas edades. El mundo familiar, como suele ocurrir en la buena literatura, y ella así lo ha señalado, ha enriquecido su mirada. Debemos señalar que en la formación literaria de ella han tenido marcada e importante influencia las escritoras estadounidenses Katherine Anne Porter, Flannery O’Connor y Eudora Welty.
Este Nobel es bienvenido. Premia a la mejor literatura, sugerimos la visita a los libros de esta escritora, plenos de intensidad, experimentación literaria, ingenio y sabiduría. Nos enriquecen.
El País, Uruguay, GDA