Rose Delaney/ IPS
Hay unos 20 millones de musulmanes en Europa occidental y, sin embargo, no es fácil lograr una convivencia armónica con los ciudadanos europeos. Y para gran frustración de organizaciones humanitarias y activistas que luchan contra el racismo, persisten la retórica de la exclusión y los prejuicios.
Desde el comienzo de este siglo, los musulmanes de todo el mundo han sido objeto de una fuerte discriminación y acoso, avivado tras los atentados de 2001 en Nueva York y Washington, que rápidamente propagaron sentimientos antiislámicos en EE.UU.
El terror que infunden los musulmanes, considerados responsables del “terrorismo brutal”, derivó en la propagación del racismo religioso en Europa.
Según Zidane Meriboute, autor del libro Musulmanes en Europa: El camino hacia la armonía social antes de aquellos atentados, había preocupación relativamente menos agresiva por las minorías en Europa.
Pero en la actualidad, la animosidad contra la comunidad musulmana aumenta a pasos agigantados. El fenómeno de la islamofobia puede relacionarse con lo que Edward Said llama “orientalismo”, en que los árabes y otras comunidades islámicas fueron tradicionalmente consideradas por Occidente como los “otros”. Lo que Zidane describe como los “chivos expiatorios de los males de la sociedad occidental”. Eso se remonta al siglo XIX, cuando Arthur Gobineau se refirió la antigua “repulsión recíproca” entre musulmanes y europeos. En la actualidad, se ven esas doctrinas racistas y “arcaicas” resurgir y reinstalarse en forma de racismo sostenido contra árabes y musulmanes, lo que puede caracterizarse, al decir de Zidane, como un “discurso europeo contemporáneo y fóbico”.
En Francia prevalece el pensamiento del político y escritor del siglo XX, Charles Maurras, principal ideólogo de “Action Française”, cuyo principal objetivo fue restaurar la nación francesa mediante una fuerte monarquía católica. La retórica xenófoba de Maurras arremetió contra judíos y extranjeros del mar Mediterráneo, entre otras minorías. Su pensamiento ha sido una gran influencia para los actuales movimientos de extrema derecha, incluso del partido Frente Nacional.
El crecimiento de los movimientos de extrema derecha en Francia es particularmente peligroso para la comunidad islámica, de más de cuatro millones de personas. Estas se vuelven el blanco de esos partidos políticos y sufren discriminación por los vínculos que, se asume, tienen con grupos extremistas debido, en parte, a la manipulación de algunos medios y al miedo que se siembra.
Los prejuicios contra los musulmanes, acentuados por una serie de atentados terroristas, se hizo evidente en agosto, cuando el Consejo de Estado de Francia pretendió prohibir el uso del burkini.