Solo después de unas horas de revelarse el nombre de la ganadora del Premio Nobel de Literatura, la canadiense Alice Munro, quedaron ya en claro, algunas características que individualizarán al anuncio de este año. No se trata solo de que la señora Munro se ha convertido en la primera canadiense que logra el famosísimo galardón, sino más allá de aquello, cuando se atiende a su obra literaria debe notarse la unánime complacencia con la que se ha recibido la noticia y, sobre todo, el evidente camino que va desde Munro hasta una de las figuras más consagradas de la literatura universal de todos los tiempos, es decir el ruso Antón Chéjov.
De comienzo he de revelar mi secreta debilidad a favor de los que suele llamarse “la historia corta” entre las múltiples modalidades practicadas por la literatura. Inclusive señalaré mi creencia de que la insuperable obra registrada en ese ámbito, es la joya a la que Leonidas Andréyev -otro ruso por cierto- decidió bautizar con el escueto título de ‘El gobernador’ y la ubicó en el tiempo, poco antes de que estallaran las convulsiones de la revolución bolchevique que tan decisivamente marcara a su inmenso y heterogéneo país.
Pero si ha de atenderse ahora, como es lo justo, a la señora Munro, ya va señalado que no puede olvidarse el parentesco literario con Antón Chéjov.
El extraordinario crítico Paul Van Tieghem, ya lo advirtió con precisión. En Rusia “los sucesores de los grandes novelistas del siglo prefieren, en su mayoría, el relato breve a la larga novela de sus predecesores”. A Chéjov le identificaba como “el más artista de estos literatos; escritor modesto y aislado, que no fue un doctrinario ni un apóstol, pero es el verdadero fundador del cuento ruso, así como el reformador de la prosa imitado por todos sus sucesores. Son numerosísimos relatos, publicados casi todos entre 1883 y 1900; de longitud e importancia muy variables… De una gran variedad de asuntos y de tono melancólico y lírico sabe presentarnos las ‘gentes oscuras’, las almas crepusculares, lo trágico de cada día”.
A su vez de la señora Munro y contemporáneamente, se ha apuntado estos días que comenzó a recibir galardones, en 1968 por la recopilación llamada ‘La danza de las horas felices’. Ha escrito 14 libros, y el más reciente de ellos la caracterizó como ‘Mi vida querida’. Igualmente se puntualizó que “la Chéjov canadiense como se la conoce en el mundillo literario, nació en Ontario el año 1931”.
Enseguida de informarse del otorgamiento del premio, este Diario reprodujo la sugerencia planteada por Ben Dolnick, para la publicación de The Millions, en el sentido de no empezar por ‘Obras Seleccionadas’ “si es que de verdad se quiere conocer a la autora, pero si la intención solo es leer un libro de ella por cultura general, entonces esa es la mejor opción que puede recomendarse”.