El monotema
Admitámoslo. Tenemos un ‘crush’ venenoso con Rafael Correa y no nos lo podemos sacar de la cabeza. ¿Qué hace, qué piensa, qué dice, qué come (bueno, esto último nos obliga él a saberlo cada sábado), qué quiere? Es tristísimo, porque Rafael Correa –como todo mal amor– es el dueño de nuestra energía, sueños, pesadillas, conversación, pensamientos. Nuestra vida, toda. Entremos en amor propio y dejémoslo ir.
Con la mano en el corazón, digamos, sinceramente, cuántas veces al día estamos pensando en él… Ya ven que son un montón. Igual que cuando uno está de salida de una relación tormentosa, en la que ha quedado mal parado/a y es tanta la bronca, la incredulidad, la tristeza que en lugar de salir a flote se queda patinando en arenas movedizas; con la sensación de que no hay salida; con la idea absurda de que después de él (ella), el diluvio. ¡Nada que ver! De peores hemos salido, ¿o no?
Sé que no es fácil, pero hay que empezar en algún momento. Un primer buen paso es preguntarse qué otras cosas ocuparían nuestra cabeza, energía y acciones si no le dedicáramos tanta atención al susodicho.
Talvez estaríamos de cabeza (en grupo y en solitario) en temas del tipo: ¿qué podemos y vamos a hacer cuando la contracción económica china ocurra? O: ¿hay alguna manera de mejorar la calidad de vida de mi barrio; con quién será de hablar, cómo me organizo con mis vecinos? O: ¿cómo hacemos para acabar con la contaminación por esmog vehicular? O: ¿será que le traen a Lenny Kravitz para las fiestas de Quito? (ser banal es saludable).
Solo es cuestión de liberar espacio del disco duro. Para mantenerlo limpio, toca hacer el ejercicio diario de pensar en cualquier cosa, menos en él. Al poco tiempo ya vamos a estar echándoles el ojo a otros candidatos/as; vamos a estar listos para empezar una nueva vida, convencidos (porque es verdad) de que podemos continuar sin él.
Tampoco es un acto de magia, no nos engañemos. Nos van a agarrar recaídas, más que nada por miedo a lo que podría venir. Y, volviendo a dejar que sea el amo y señor de nuestras dudas y certezas, nos encontraremos armando frases como estas: En todo caso, carreteras sí ha hecho (como cuando la mujer abandonada dice: eso sí, es buen papá); si se va en el 2017, quién va a venir, no hay nadie que lo reemplace (un absurdo equivalente a: claro que me era infiel, pero nadie hace la sopa de bolas de verde como ella); o, este país necesita mano dura (o sea: me pega porque me quiere).
Cuando nos encontremos pensando estas cosas o hablando mal de él, detengámonos. Quitémosle poder. Y visualicémonos (vengo haciendo un taller new age en el Ministerio de la Felicidad) con un nuevo amor, que seguramente también nos hará sufrir (tampoco hay que ser ilusos); eso lo arreglamos luego. Pero aunque sea busquémonos otro man para poder cambiar de tema. Será un alivio.