Un modelo menos vulnerable

José Hidalgo P.

Columnista invitado

El aumento de la inversión pública en los últimos años ha generado importantes mejoras en la infraestructura del Ecuador, principalmente en la red vial. Ha favorecido al sector productivo a través de una reducción en los costos logísticos y ha sido uno de los factores detrás de las altas tasas de crecimiento que el país ha alcanzado en algunos períodos de la actual administración. No obstante, ese crecimiento de la inversión pública, sustentado en el alto precio del petróleo que favoreció al Gobierno durante la mayor parte de su gestión, no ha estado acompañado por un desempeño similar de la inversión privada, motivo por el cual en los dos últimos años el Estado ya representó más de la mitad de la inversión total en el país.

Un modelo económico en el cual el Estado, gracias a un contexto externo favorable, se convierte en el principal inversionista del país es sumamente frágil y la caída del precio del crudo ha puesto en evidencia esa vulnerabilidad. En esta nueva coyuntura el Gobierno se vio obligado, a inicios de año, a recortar el gasto de capital contemplado en el Presupuesto, a lo que se suma el hecho de que los créditos procedentes de China que deberían financiar nuevos proyectos de inversión se siguen haciendo esperar.

Cuando más de la mitad de la inversión de un país corresponde a inversión pública, una caída de esta última necesariamente afecta al nivel de actividad. El FMI pronostica que este año la economía del Ecuador crecerá 1,9%, la mitad que en 2014.

Tomando en cuenta el previsible impacto de las salvaguardias sobre los precios y el consumo, Cordes proyecta una tasa de 0,9%. La contracción en el ritmo de crecimiento es mucho más que un dato estadístico: por su creciente peso en la economía, el Estado también ha aumentado su importancia como generador de puestos de empleo y, por tanto, ahora que debe ajustar su gasto se puede esperar un deterioro en el mercado laboral, es decir, más personas con dificultades para encontrar trabajo.

De parte del sector privado, que en los últimos años ha estado sujeto a constantes cambios normativos que explican su cautela a la hora de invertir, es difícil esperar una mayor creación de puestos de empleo en los próximos meses. De hecho, según el último estudio de opinión empresarial del Banco Central, en los sectores de industria, comercio, construcción y servicios la demanda laboral se presentaron variaciones negativas en los tres primeros meses del año.

La insostenibilidad de un modelo que privilegió al Estado como motor de la economía ha quedado a la vista con el deterioro de las condiciones que lo propiciaron. En este contexto, es imprescindible devolver al sector privado su papel como impulsor del crecimiento. Esto permitirá reducir el riesgo de que un ‘shock’ que afecta a un producto en particular (el petróleo) se traduzca inmediatamente en menores niveles de inversión y de empleo.