Para lograr la dolarización argentina, en términos generales, hay que contar cuantos pesos circulan en el mercado de dinero argentino y cuánto hay de recursos líquidos en la reserva monetaria internacional de este país. De aquí debe salir la tasa de conversión de pesos por dólares para que el gobierno argentino disponga el intercambio de las tenencias en moneda local durante un tiempo determinado. Así lo hizo la Unión Europea allá por el año 2002. Con esto, en un relativamente corto plazo, la economía argentina podría ser dolarizada, asumiendo que el marco legal para el efecto hubiere sido ya aprobado.
Suena sencillo, pero sin duda en el camino hay amenazas. Los “espíritus animales” que menciona Keynes en su literatura, y que Milei podría desconocer por su tendencia libertaria, podrían de hecho torpedear la ruta hacia una limpia dolarización argentina. Creería que la mayor amenaza radica en la banca y en los exportadores privados. En ellos reposa la propiedad de gran parte de las divisas. Los exportadores porque ellos las generan, y la banca porque ella las almacena.
Si la banca y los exportadores deciden sacar sus dólares del país, por cualquier sea su razón, generaría una reducción de las reservas, lo cual traería consigo una devaluación aun mayor del peso y por ende, los argentinos recibirían menos dólares por sus pesos en esta eventual etapa de conversión. De esta forma, al término del periodo de transición, los que tenían pesos argentinos entrarían al nuevo régimen monetario con menos dólares de los que hubieran logrado si esta hipotética acción no hubiese ocurrido, mientras que los que tenían dólares bien guardados entrarían sin afectación al régimen dolarizado.
Lo descrito parece historia conocida. En el Ecuador del 1999 y 2000 sucedieron cosas como estas. La historia no debe quedar solo en recortes de prensa o fotografías, no debe pasar inadvertida y en esta ocasión, debe ser útil para el pueblo argentino.
¡Andá Milei! ¡No te dejés vacunar!