“Corruptos”, “mentirosos”, “ladrones”, los calificativos insultantes a los asambleístas son numerosos y son utilizados por los mismos políticos y especialmente por los políticos retirados. En política se necesita cuero duro. Los niveles de rechazo que mereció la Asamblea disuelta por el presidente Lasso demuestra la profundidad del desprestigio.
No es nuevo. Hace 40 años el presidente Febres Cordero advertía del daño que se hacía a la democracia denigrando indiscriminadamente a los políticos. Los viejos políticos denigran a los actuales bajo el supuesto de que antes los congresos estaban llenos de oradores, juristas y estadistas y que han sido reemplazados ahora por el lumpen de la política.
No todo tiempo pasado fue mejor. Yo recuerdo que en el año 79 Asaad Bucaram trajo al congreso a 32 montaraces a los que alojó en un hotel y los transportaba en autobus al Parlamento. Fue la primera vez que un bloque legislativo numeroso se cotizó en moneda nacional.
Los asambleístas destituidos este año merecieron el repudio nacional y los partidos dueños de esos rebaños demuestran poca sensibilidad al poner de candidatos a los mismos para concluir el periodo. Los electores, irremediablemente, volverán a elegirlos y los volverán a rechazar.
Hay quienes sostienen que para ser legisladores deben ser abogados o tener estudios superiores. Está probado que los ladrones roban con título o sin él. Las exigencias mínimas para un candidato deberían ser sentido común, afán de servicio y honradez. Los partidos deberían saber que el tonto no garantiza disciplina y confirma el axioma popular de que no hay nada más peligroso que un tonto con iniciativa.
Tenemos que ayudar a los partidos políticos para que se regeneren, pero es indispensable que se dejen ayudar. Mientras no cambien seguiremos dando las vueltas, candidatizando inútiles, eligiendo inútiles y volviendo a ponerlos de candidatos. Hay que reconocer que en esta campaña no hay materia prima para la esperanza.