Es un tópico decir que, en el campo de la cultura, el Ecuador no se destaca por sus músicos y escritores, sino por sus pintores y escultores. Cuando uno visita la muestra ‘Mariana Retro’ -montada por el Municipio de Quito y dirigida por Lenin Oña- se da cuenta que esa afirmación, por más trillada que sea, es absolutamente cierta.
‘Mariano Retro’ muestra las pinturas de los artistas que ganaron el premio Mariano Aguilera entre 1917 y 2008. Las salas del antiguo Hospital Militar han sido oscurecidas deliberadamente para que el visitante se deslumbre con el trabajo -muy diverso en técnicas y temáticas- de estos artistas ecuatorianos (de nacimiento o por adopción).
La exposición empieza con un cuadro de Mideros que trata un tema religioso desde una perspectiva onírica y que, a mi modo de ver, presagia la psicodelia. Del mismo autor se expone otro cuadro, titulado ‘Salasacas’, que está pintado con tanta minuciosidad que es casi un tratado etnográfico de la tristeza.
Tal vez lo mejor de la muestra está en el trabajo que viene después de Mideros. Me refiero a las pinturas de Camilo Egas, Kingman y Guayasamín, por ejemplo. De Egas se expone un óleo de gran formato titulado ‘Calle 14’. A pesar de haber sido elaborado a finales de los años treinta, ese trabajo rezuma actualidad, pues el trazo y la composición del cuadro se adelantan a las novelas gráficas que hoy producen los artistas jóvenes.
De Kingman se exponen varios cuadros. El más escalofriante es ‘Los guandos’. El pintor transmite una sensación de vértigo y precariedad extrema al espectador, dibujando un escenario atiborrado de personajes -indios cargados de cosas, como si fueran mulas- transitando por un medio agreste y bajo un cielo encapotado. La pintura es de una intensidad tan grande que es difícil dejar de mirarla.
La exposición tiene otro cuadro notable. Se llama ‘Retrato de mi hermano’ y fue pintado por Guayasamín cuando apenas tenía 23 años. En esa pintura, Guayasamín se revela como un experto dibujante, pues el rostro de su hermano parece una fotografía en sepia. Lo que más impresiona de esa pintura es la mezcla de acritud e inocencia que tiene el retratado.
La muestra también expone cuadros de Ronquillo que es, a mi modo de ver, un maestro de la espátula. Con su pintura, Ronquillo puede hacer que las construcciones -casas, iglesias, calles- cobren una majestuosidad inusitada, como si fueran una extensión de las personas que las habitan. Hacia el final de la exposición hay obras, como la de Juan Pablo Toral, que desafían nuestros cánones estéticos y que nos obligan a repensar lo que creíamos que es arte.
‘Mariano Retro’ es un gran acierto de Lenin Oña y del Municipio de Quito. La muestra debe exponerse en todo el país y debe durar mucho tiempo.