La libertad de expresión nos permite ser. Cuando hablamos demostramos quiénes somos, qué sentimos y qué pensamos. Es importante ejercer nuestro derecho a expresarnos, pero sin excedernos. Es decir, sin juzgar a otros, porque todo tiene un límite y muchos pasan ese límite al criticar, ofender o impedir que otros se expresen. Por ejemplo, silenciar personas o grupos sociales o cancelar ciertos grupos musicales solo porque no piensan igual que uno o porque no tienen tus mismos gustos, no es libertad de expresión, eso es discriminación.
Si nos dejaran opinar en cualquier ámbito, podríamos ir cambiando poco a poco las injusticias que están sucediendo actualmente. Muchas personas profesionales piensan que nosotros los adolescentes no entendemos o no podemos opinar, pero eso no es correcto. Muchas veces solemos tener pensamientos o ideas que ayudan a resolver problemas.
Es verdad que todavía estamos en etapa de aprendizaje, pero eso no significa que no estemos aptos para expresarnos. Nuestros hogares deben ser el lugar indicado para expresarnos libremente. Una mesa de comedor, los muebles de una sala, un patio o una terraza deben ser lugares seguros donde fluyan las voces de padres, hijos, abuelos y de todos los integrantes de una familia.
Por ello, es necesario que los adultos sean tolerantes, receptivos y den cabida a que los hijos hablen libremente, expresen sus inquietudes y sean guiados correctamente.
Expresar una idea o pensamiento, no siempre es fácil para nosotros los adolescentes, porque tenemos miedo a que la sociedad nos juzgue, nos calle o nos señale por el simple hecho de tener una idea diferente a la de ellos, pero nosotros queremos ser escuchados y también respetados, no queremos que silencien nuestras voces.
Como escribió Evelyn Beatrice Hall: “Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”.
La libertad de expresión es para todos porque es un derecho y debemos respetarlo, no podemos decir lo que queramos y ofender a los demás.