La relativa proximidad de la campaña para elegir autoridades seccionales ha sido la ocasión para que algunos analistas políticos examinen las leyes vigentes en materia electoral.
Hay una coincidencia generalizada: tales leyes, como casi todas las que se dictaron en la década perdida, son leyes elaboradas con dedicatoria y mala intención. Por tanto deben ser reformadas. Claro está que algunos temas requieren, no solo una reforma legal, sino constitucional; lo relativo a los organismos electorales, por ejemplo.
Me limitaré ahora a formular alguna observación sobre las elecciones pluripersonales, de gran importancia, sobre todo, para la integración de la Asamblea Nacional.
¿Cómo asignar los escaños de un cuerpo colegiado? A esta pregunta clave se han dado dos respuestas claramente diferenciadas, según predomine una u otra postura política. O se privilegia la formación de bloques mayoritarios o se quiere principalmente garantizar la representación de las minorías, con el resultado probable de la formación de varios bloques minoritarios.
Uno u otra alternativa determinarán reglas diferentes. Si el propósito es la formación de un bloque mayoritario se establecerá una elección por distritos. El candidato que gane, aunque sea por un voto se lleva el distrito; y si en el distrito se elige más de uno, se aplica el método d’Hondt, que favorece a los partidos mayoritarios. Así, un partido con el treinta o cuarenta por ciento de los votos puede obtener el sesenta por ciento de los escaños o más.
El sistema contrario es el proporcional en que los escaños se asignan en estricta relación con los votos alcanzados por las listas presentadas, lo cual produce un cuerpo colegiado muy fragmentado.
¿Cuál es el sistema más adecuado para el sano funcionamiento de la democracia? Históricamente el sistema mayoritario ha funcionado bien en las sólidas democracias parlamentarias europeas, con dos partidos tradicionales que se han alternado en el poder. Y el sistema proporcional ha funcionado mal en las débiles democracias latinoamericanas, con gobiernos envueltos en forma permanente en un enfrentamiento de poderes de pronóstico reservado.
Pero la política es por naturaleza dinámica. Las democracias europeas afrontan actualmente una proliferación de partidos, generalmente extremistas de derecha o izquierda; y, por eso, la mayoría es cada vez más difícil de obtener. Y en Latinoamérica, los socialistas del siglo XXI urdieron sistemas electorales tramposos para consolidar mayorías legislativas serviles.
No es fácil encontrar una solución equilibrada que respete la expresión popular y a la vez permita una gobernabilidad sin sobresaltos. Y yo diría que, ahora, luego de las últimas experiencias, lo más importante y urgente es el irrestricto respeto a la voluntad popular. Por eso lo primero que debe hacerse es eliminar la división en distritos de las provincias más pobladas y sustituir el método d’Hondt. Pero debemos admitir que las reformas electorales vas más allá.