Cuando el presidente estadounidense Ronald Reagan, que gobernó entre 1981 y 1989, se postulaba para la reelección por el Partido Republicano, se emitió por televisión un documental sobre su primer período (81-85).
El texto analizaba con rigor y dureza la gestión del presidente-candidato. Pero lo que los televidentes escuchaban nada tenía que ver con las imágenes que veían, según cuenta el periodista argentino Diego Rottman en su artículo “Una imagen vale más que mil editoriales”.
En su blog “Malas palabras”, comenta que mientras una voz en off criticaba con dureza al régimen conservador, el Mandatario y ex actor hollywoodense aparecía jugando béisbol, abrazando a sus partidarios, bailando y sonriendo amable y divertido.
Un día después, la periodista que hizo el reportaje recibió una llamada. Era Ronald Reagan:
– Quiero agradecerle por el documental sobre mi gestión…
Del otro lado del teléfono hubo estupefacción:
– Pero si lo que hicimos fue una crítica a su Gobierno…
– Sí, pero en las imágenes me mostraron como una persona sensible y cercana a la gente.
Reagan argumentó a la periodista que el público no presta atención a las palabras y que son las imágenes las que perduran en la memoria colectiva. Semanas más tarde, el Presidente fue reelecto.
La anécdota, ocurrida hace más de 25 años, recobra vigencia y se convierte en una reflexión urgente ahora que muchos mandatarios sudamericanos, de izquierda, centro o derecha, indistintamente, han logrado una elevada omnipresencia mediática dentro y fuera de las naciones que gobiernan.
¿Cómo lo han conseguido? No solo gracias a sus estrategias de comunicación y sus tácticas de respuesta inmediata, sino -y aquí está la paradoja- gracias a la atención y espacios que les dedican la prensa y los periodistas.
Sin duda, no hemos aprendido la lección que nos dio Reagan. Medios considerados de “oposición”, e incluso medios equilibrados suelen llenar sus portadas con informaciones, editoriales y columnas en las que hay un solo protagonista: el poder político y sus líderes.
El tema lo tocamos en una conversación telefónica con el cronista argentino Martín Caparrós, quien este lunes 29 estará en Quito para hablar sobre la relación entre la prensa y el poder político.
Caparrós, uno de los mejores contadores de historias en el periodismo latinoamericano, dice que, consciente o inconscientemente, los mismos medios son los que posicionan un orden aparentemente irrefutable.
Explica que si no contamos historias de la gente y, como el caso Reagan, no encontramos otras maneras de poner en escena la realidad si no es elevando al poder político como tema esencial, ¿cómo la sociedad podrá creer que lo más nos importa a los periodistas es el ciudadano común?