Estados Unidos pasa un mal momento económico. Gasta más de lo que puede. Curiosamente, los norteamericanos saben que su Talón de Aquiles radica en los costos de salud (Medicare y Medicaid) y el sistema de jubilaciones (Social Security). Ambos se llevan la mayor parte del presupuesto federal.
Sería inteligente que aprendiesen de otras sociedades que enfrentan estos problemas con más éxito. Los suizos tienen un sistema de salud basado en un modelo universal y obligatorio de seguro médico privado que regula el Estado. No se discrimina por la salud o si la persona no tiene dinero para comprarlo: el Estado lo paga. La atención médica es pública y privada, y las personas escogen con quién y en dónde curarse.
Los chilenos, en 1981, instalaron un sistema universal de jubilación basado en cuentas individuales de capitalización, en lugar del modelo estadounidense basado en el reparto.
Hay siete empresas privadas -Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP)- que ofrecen sus servicios bajo supervisión del Estado. El rendimiento acumulado de estas cuentas personales de ahorro oscila en torno al 10% anual.
Puestos a aprender, EE.UU. debería observar por qué los finlandeses tienen el mejor sistema educativo del mundo, según los resultados de los exámenes PISA. La clave parece estar en la selección, formación, remuneración y reconocimiento social de los maestros. Mientras en EE.UU. afirman que sólo enseña quien no puede hacer otra cosa, en Fin- landia dan clases los mejores.
Es posible, incluso, beneficiarse de la experiencia de naciones mucho más pobres en asuntos como la recaudación de impuestos. Los países bálticos y otros que abandonaron el comunismo optaron con bastante éxito por alguna variante del flat-tax en lugar de los “impuestos progresivos” que penalizan el ahorro, la formación de capital, las inversiones y la creación de empleos.
Años atrás, Forbes publicó un estudio donde se reafirmaba que con un flat-tax, del que se excluía a las familias más pobres, bastaba con que todos pagaran algo menos del 20% de sus ingresos para obtener la misma recaudación que hoy logra el sistema impositivo estadounidense.
De Portugal puede aprenderse una lección provechosa: desde el 2001, en lugar de encarcelar a los drogadictos, los ayudan (si ellos desean) con rehabilitación.
En Estados Unidos, de los casi tres millones de presos que existen, la mitad tiene alguna vinculación con el consumo de estupefacientes. Si imitaran a Portugal, se aliviarían tensiones sociales, se reduciría la violencia y bajarían notablemente los costos de perseguir, juzgar y encarcelar a cientos de miles de personas. Todo está en aprender en cabeza ajena.