La historia de América Latina tiene como actor determinante a la Iglesia católica. Baste recordar que la conquista y colonización española se realizó, precisamente, en nombre de la evangelización. Pero incluso luego de creada la república, y de la declaración del Estado laico, las congregaciones religiosas han sido gravitantes en la formación nacional.
Así se ve en el libro ‘La evangelización del pueblo shuar en la Amazonía ecuatoriana’, publicado hace poco por la historiadora Cecilia Ortiz, dedicado a examinar la influencia del Vicariato Apostólico de Méndez y Gualaquiza, administrado por la congregación salesiana, en la agenda estatal de nacionalización, civilización y colonización del territorio oriental durante la primera mitad del siglo XX, período en que las misiones católicas fueron las únicas autoridades efectivas en esa región, dado que las entidades estatales permanecieron acéfalas.
En aquellos años, la extracción de caucho dinamizó la economía amazónica e intensificó la presencia estatal peruana en la zona, lo que movió al Estado ecuatoriano a intensificar la presencia militar y apoyarse en las órdenes religiosas para construir soberanía en las zonas fronterizas. Los misioneros salesianos, además de cumplir su compromiso con el gobierno, mantuvieron una agenda propia de evangelización y ciudadanización de los llamados jíbaros.
La investigación de Ortiz muestra la forma en que el pueblo shuar asumió su pertenencia a la nación ecuatoriana –como espacio simbólico del Estado– sujetándose a la ciudadanía y el cumplimiento de responsabilidades, pero también desde la exigencia de garantías para el mantenimiento de la vida social. De esa manera, el estudio evidencia que el Estado no es un ente monolítico, sino que se fortalece mediante la delegación de funciones en los márgenes del cuerpo social, donde no solo se impone por la fuerza sino también por la articulación de las prioridades comunitarias en las agendas estatales.