La política es el juego del poder, según las estimaciones de Johan Huizinga en el libro “Homo ludens” (El hombre que juega). Y no es un juego cualquiera, porque la política es una ciencia y un arte -cuyo objetivo es conseguir la felicidad, en términos aristotélicos-. Ergo, la política no es patrimonio exclusivo de los políticos sino de todos los seres humanos.
Esta reflexión es pertinente porque en todas las democracias, el verdadero juego de la política es el resultado de una negociación legal y subsiste bajo diversas tendencias ideológicas y elevadas normas de convivencia asociadas al bien común, a las normas, a las doctrinas y a la cultura.
En el Ecuador, salvo excepciones, el juego de la política ha estado marcado por la diafanidad, la picardía o la perversidad. La historia recuerda escenarios merecedores de una antología, como las intervenciones descaradas en la justicia, las intrusiones de la “mano negra” o el “hombre del maletín”; la ascensión de un bailarín a la presidencia por “un voto”; el juicio político de las “muñecas de trapo”, la revolución de los “manteles”, el reivindicado “clavijazo”, los trompones de los bucaranes a Jamil, el “cenicerazo” a Dahik, los cambios de camiseta y otros signados por la dictadura del voto o las ausencias intencionadas.
Y ahora asistimos a otro juego del poder – la destitución del presidente – en el escenario congresal, con cálculos electorales, mientras afuera, en las calles, la fuerza pública arremete contra la delincuencia, somete a los violentos y ciertos jueces -en otro juego inaudito- otorgan prelibertad con grilletes, medidas sustitutivas y habeas corpus a los delincuentes, en tiempo récord, en tanto el Estado queda burlado.
Alguien me decía -con sorna- que el Ecuador político debe encomendarse a Santa Marianita, releer a Nicolás Maquiavelo, invocar la astrología emergente o aplicar un algoritmo dotado de inteligencia artificial para predecir la probabilidad de un futuro posible con más democracia. ¡Porque, parecería que el “zoon politikon” –“animal político”, concepto creado por Aristóteles- está vigente, pero al revés!