Las invasiones de tierras que hoy constituyen -como antes- fuente para lucha política, no constituyen novedad. Barrios completos de Quito, en el sur y en el noroccidente, surgieron por ese medio. Hoy, como ayer, este suceso ocurre en Guayaquil. ¿Por qué?
Deben mediar numerosas razones, pero la principal es el anhelo poderoso de las personas pobres por tener casa propia. Otra, la costumbre política de ofrecer vivienda en cada campaña electoral. Si a ello se suma el nada nuevo elemento de la viveza criolla y la codicia de algunos “dirigentes” por el dinero, el círculo queda completo, pues los pobres acceden a un pedazo de tierra; algunos consiguen el poder; y los vivarachos se llenan los bolsillos con dinero fácil.
Seguramente, ya desde la altura del poder municipal no se dan cuenta del vía crucis que debe sufrir un ”pobre”, igual que la gente de economía media, para tener una casa. Si no tiene la escritura pública que acredite su dominio en el lote, el crédito se torna imposible porque no puede hipotecarlo; y si ya lo tiene, viene el resto del calvario: las autorizaciones, los permisos, la aprobación de la “línea de fábrica”, de los planos de construcción, mientras -año tras año- el Municipio le obliga a pagar el impuesto más elevado por “lote no construido”.
Ante tanta dificultad que deja en el camino el sueño de la casa propia, la gente se va por el camino más simple de la invasión de tierras; ocupan el lote asignado por el comerciante, erige una casucha elemental y se ampara en la tesis de que teniendo ya “po-sesión” nadie podrá privarle de “su casa”.
Al contrario, el Municipio se ve obligado a dotar los servicios de agua potable y energía eléctrica.
Trasladado el fenómeno de la obtención ilegal de tierras a la actividad de políticos; o de mercaderes que se hacen pasar por redentores de los pobres, producido el hecho vienen reproches, acusaciones y –lo que es común entre nosotros- señalar “quien tiene la culpa”. Lo vemos hoy en Guayaquil: la posición de unos y otros es contradictoria. El Presidente de la República asevera: “Son argollas, ahí con el Municipio de Guayaquil, con las mafias socialcristianas o de Madera de Guerrero”. (Esta última fuerza política simpatizante del alcalde Nebot). El alcalde Nebot, a su vez, replica que este tipo de hechos “son de responsabilidad de instituciones y personas vinculadas al Gobierno”.
La reciente detención del ex Asambleísta del partido que hoy ocupa el Poder –Balerio Estacio- parece avalar la afirmación del Alcalde del Puerto, quien asegura, con documentos, que la Municipalidad porteña no ha concedido permisos, ni ejecutado obras, ni dotado de servicios, ni otorgado títulos de propiedad en los terrenos hoy invadidos”.
Acaecerán nuevos torneos electorales; ofrecerán vivienda a los pobres; y, como siempre, no habrá solución.