El sudor, la mente y el músculo de varias generaciones de trabajadores ecuatorianos han sido la esencia del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), una institución poderosa y permanentemente abusada por gobiernos centrales y seccionales, por organizaciones públicas y privadas, financieras y académicas, patronos y empleados, que se han beneficiado, sin escrúpulos, del dinero previsional.
El caos, en el que el tremendo desfinanciamiento ha culminado, pese a que fue advertido, en un sinnúmero de informes especializados emitidos desde hace mucho tiempo atrás, ahoga a los seguros de pensiones y de salud, afectados de la falta de voluntad política y responsabilidad de gobernantes, asambleístas, directivos institucionales, empleadores y trabajadores.
Dos representantes del Presidente al Consejo Directivo del IESS trataron de superar la crisis, pero renunciaron, a decir de ellos, por la existencia de mafias que se han apoderado del Instituto y por falta de apoyo gubernamental. El Primer Mandatario ha designado unnuevo delegado que se presenta con la capacidad y el optimismo que le han impulsado a ofrecer “devolver al afiliado lo que pagó”; los dos funcionarios se han comprometido a integrar una Comisión de Expertos que elabore y presente las reformas que rescaten al IESS. En un inicio es indispensable terminar con la corrupción y obtener la concreción, entre el Ministerio de Finanzas y el IESS, del verdadero monto de la deuda del Estado y su forma de cancelación.
Se deben implementar medidas de optimización y transparencia de los procesos de cobro de obligaciones incumplidas como la mora patronal y las subdeclaraciones o el no pago de aportes y prestaciones.
Es fundamental determinar un nuevo marco legal estructural para pensiones y para salud y privilegiar la atención primaria de salud y la salud preventiva que limite la costosa tendencia curativa hospitalocéntrica, en una gestión que ahorraría aproximadamente un 30% del presupuesto para salud.
El IESS es un órgano vital del país, salvemos a los dos.