Es lo que genera el inicio del corto Gobierno de Daniel Noboa. Optimismo porque hay un nuevo enfoque político y se trata de un presidente que tendría inteligencia clara y voluntad suficiente para enfrentar la muy compleja situación actual:un déficit fiscal de 5.000 millones de dólares y los asaltos y asesinatos que han llegado a niveles abrumadores. E incertidumbre, porque hay un pacto secreto con el correísmo y el PSC, que, salvo sus autores, nadie conoce su contenido y alcance. Y, porque, además -y muy importante – no se conocen las líneas básicas de gobierno, indispensables para saber la orientación de estos 15 meses de administración y su eventual alargue hasta 2029.
A lo anterior, se agregan algunos primeros actos de gobierno que generan incertidumbre. Entre estos, el desencuentro con la vicepresidenta Abad, que deriva en su virtual confinamiento en Tel-Aviv, con una misión casi imposible: cooperar al restablecimiento de la paz entre Hamas e Israel, conflicto en el cual están de por medio los intereses de las primeras potencias mundiales. La sustitución del actual representante en Naciones Unidas, Hernán Pérez Loose -un abogado de Harvard con amplios conocimientos del derecho internacional público – en vísperas del 1 de diciembre en que Ecuador asumirá la presidencia del Consejo de Seguridad. Los titubeos sobre el ministerio de Finanzas, en circunstancias que demandan una persona con suficiente experiencia y roce internacional para obtener créditos emergentes de los multilaterales, y enfrentar el enorme déficit fiscal e iliquidez dejados por el gobierno saliente.
Es muy complejo iniciar un gobierno cuando la elección fue sorpresiva y no existe el respaldo y los cuadros de un partido político organizado; por lo que hay que entender las dificultades de los primeros días del presidente Noboa, pero aparecen decisiones que generan dudas sobre las reacciones del jefe de Estado. Las tensiones con la vicepresidenta debieron manejarse de manera más elegante, más allá de la agenda propia y deslealtad de la funcionaria.
Por encima de estos “dolores de parto”, es necesario, por el bien del país, apoyar al régimen que apenas empieza, respaldar la acción del presidente y cooperar para que la nación supere el estado vegetativo que tiene desde hace largo rato.