En octubre de 1917 triunfó la revolución rusa fracasada en 1989. También en octubre de 1949 triunfó la revolución china como corolario de la expansión del socialismo después de la II Guerra Mundial, y una vez que ocho países europeos desde Polonia hasta Yugoslavia también proclamaron la revolución del proletariado.
Al 2013, con horizonte rojo revolucionario, la República Popular China conmemora 64 años del triunfo que lideró Mao Tse Tung hasta su muerte el 9 de septiembre de 1976. Los nuevos líderes de ese inmenso territorio con la población de 1 350 millones, cifra cercana al 20% de la población del mundo, y su moderno imperialismo está basado en el capitalismo monopólico privado de empresas extranjeras de varios países capitalistas. Estas desde la década de los 80 del siglo XX llevaron inversiones y tecnología. Por eso los productos chinos inundaron el mundo, a cambio de la quema de 3 000 millones de toneladas de carbón al año -más que los EE.UU., Europa y el gigante 2 del mundo, la India- y de estar a la cabeza de la lista de países emisores de CO2 y gases tóxicos que calientan la atmósfera. Mientras políticamente aseguraron, a través del partido comunista en el control del poder, la estabilidad de sus inversiones que ya llevan más de 30 años.
Paralelamente a ese retorno a la propiedad privada que ha devenido en una cúpula de jóvenes millonarios, el Estado se ha enriquecido al nivel de acumulación para convertirse en prestamista, con altos intereses más allá del 7%, a países que requieren de créditos urgentes a cambio de petróleo, a cuya cabeza se encuentra Venezuela con deudas cercanas a los USD 40 000 millones a cambio de una entrega diaria de 640 000 barriles de petróleo, que subirán porque el presidente Maduro -sucesor revolucionario de Chávez- recibió un préstamo de 5 000 millones hace pocos días.
Ecuador también es deudor de China por cerca de 10 000 millones sin que sus recursos petroleros sean del volumen gigante venezolano.
Aquel imperialismo chino modernizado desbordó la doctrina del clásico eslogan de “lucha contra el imperialismo” de hace más de 100 años para ubicar a Inglaterra como el país que exportaba a sus colonias en Asia en 1949 el 54% de sus exportaciones, la mayor parte iba a la India, y a Egipto. La colonia sudafricana con diamantes y oro. También tenían colonias Francia, Alemania, Italia, Holanda, Bélgica y España.
Su imperialismo no requirió ocupar militarmente otros países, como lo ejerció largo tiempo Inglaterra y Francia en la etapa de expansión colonialista en ultramar, porque es suficiente garantía el dominio del partido comunista que impide cualquier oposición, mantiene estricto control en la prensa, y utiliza los sistemas de espionaje y tiene presos de conciencia, mientras enriquece al Estado prestamista.