Columnista invitado
La Universidad premia a personas que se han destacado por el cumplimiento de sus deberes, por el respeto a sus semejantes y a sí mismo, que tienen buena reputación por sus méritos y sus virtudes, por su vida, que está más allá de su interés personal. Les concede, en esos casos, el doctorado Honoris Causa, cuyo significado es “por causa de honor”, es decir, un título trascendente, de gran honor para el que lo recibe y que, por lo mismo, no es –no debe ser- cosa de todos los días.
Científicos, investigadores, pensadores o artistas son distinguidos con este título, que no responde, necesariamente, a los estudios académicos del homenajeado.
La semana pasada, la Universidad Andina Simón Bolívar confirió el doctorado Honoris Causa al doctor Ernesto Albán Gómez considerando su trayectoria como académico, escritor, profesor universitario, magistrado probo. Hombre de bien.
Las Universidades que se precian conceden doctorados Honoris Causa por excepción. Si los reparten como hojas volantes se desprestigian y desprestigian al doctorado concedido. Como sucede también con quienes los reciben por docenas, porque los convierte en fuegos fatuos.
Los alumnos de Ernesto Albán estudian óperas dramáticas, de las 7 000 versiones que tiene en su casa. El músico es especialmente sensible y respetuoso. Es, generalmente, un hombre bueno.
Su sencillez apabulla. Su versación y rectitud demostradas cuando ejerció la Magistratura en la Corte Suprema de Justicia son reconocidas por todos.
“Es bastante fácil rastrear en la historia de la literatura universal la constante preocupación de los distintos autores por temas que tienen que ver con la ley, con la justicia, con el delito, con el castigo”, dijo. Y analizó a Sófocles en Edipo, rey de Tebas; a la Divina Comedia del italiano Dante Alighieri; Hamlet y El Mercader de Venecia de Shakespeare; Cervantes en Don Quijote; Dostoiewsky en Crimen y Castigo; Flaubert en Madame Bobary; Tolstoi en Resurección; Víctor Hugo en Los Miserables; Camus. La literatura de dictadores en El señor Presidente de Asturias y en la Fiesta del chivo de Vargas Llosa. Pedro Páramo de Rulfo; Borges. Los ecuatorianos José de la Cuadra en Los Sangurimas y La Tigra, Pablo Palacio en El hombre muerto a puntapiés, Angel F. Rojas en el Éxodo de Yangana. Kafka en El Proceso, “… recogiendo, mediante unas cuantas citas, lo que escritores fundamentales en la historia de la literatura han pensado sobre la justicia, la ley, el crimen y el castigo, el criminal, la víctima.”. La Literatura y el Derecho.
Su discurso, -en el acto en que la Universidad Andina Simón Bolívar, reconoció, con justicia a Ernesto Albán y revalorizó el carácter de excepción de un doctorado Honoris Causa-, académico, docto, ilustrativo, sin grandilocuencias ni aspavientos propios de los improvisados, bien diferente de los que se escuchan cuando los honoris causa se vulgarizan, fue magistral.