Marcelo Valdospinos Rubio (Otavalo, 1944), abierto y noble, autor y coautor de una treintena de textos sobre antropología, cultura popular, historia, personajes… En nuestra dilatada amistad, jamás lo he visto adusto, áspero o ceñudo; siempre amigo. Pertenece a ese linaje de seres humanos, cada vez más escasos, cuya obra es su mejor biografía.
Inteligencia, transparencia y eticidad son sus valores esenciales, pero el sobresaliente, su militancia en la dignidad humana, en el sentido kantiano de valor intrínseco de persona moral. Marcelo no miente ni finge,quizás por eso, no tiene cabida en ciertos ambientes, especialmente, en el campo minado de la ‘real politik’, en cuyas zonas se conjugan con destreza esos dos verbos.
Lo suyo es la educación y la cultura y, aunque también estos medios están imbricados a lo político, él ha mantenido incólume su decoro. Hay que recordar su candidatura a la presidencia de la Casa de la Cultura Ecuatoriana a nivel nacional. En ese proceso encarnó aquella verdad de que hay derrotas que tienen más dignidad que la victoria.
Se ha dicho que hay un horizonte de vida diseñado con anterioridad a todas las decisiones que confluyen cuando el ser humano está sazonado para profesar una ciudadanía irreprochable y comprometida, este es el caso de Valdospinos Rubio. Talento lúcido, trabajo incesante, sencillez y hombredad a prueba de fuego.
El ensayo es la glorificación de la palabra. La palabra, en el ensayo, aparece fecundada de ideas. El esplendor que este género otorga a la palabra-idea configura su magna estatura. Marcelo Valdospinos Rubio cultiva el ensayo breve con austeridad no exenta de destellos poéticos.
Y allí sigue Marcelo, genio y figura, seguro de él mismo, modesto, solidario, sonriente, puntual, favoreciendo a quien lo requiera, cultivando su proverbial entrega a los demás: su familia, sus amigos y su entrañable lugar de origen. Marcelo Valdospinos Rubio, un hombre y su camino de deberes cumplidos.