Ahora la salida fue prudente, sin el triunfante estilo de rock star, sino más bien en la noche y con traje oscuro, haciendo tono con su historial judicial y con sus intentonas de salida, la tercera de lo que va del año. El ambiente sugeriría que, el candado estaría roto o que quizás nunca se lo cerró del todo, y no por culpa de sus guardianes, sino del perverso sistema jurídico, establecido para tener puertas de “escape” de emergencia.
La aldaba sin candado se explica en una legislación que, a plena luz del día, flagrantemente premia a quien delinque, concomitantemente mientras expone y arrincona a la sociedad; y que avala en sus entrañas a que el infractor más temprano que tarde se salga con la suya. Un candado roto en lo jurídico, que se acopla como “llave a cerradura” con la complicidad de determinados jueces de garantías constitucionales, que sin miramientos se van en contra de todo, solapados en las sombras de las acciones jurisdiccionales de protección.
La salida del sentenciado, no lo libran ni exculpan legal ni moralmente de su responsabilidad de los delitos inculpados, ni de la reparación integral. Si la sentencia comprendió prisión y reparación, ¿acaso no resulta forzado que se beneficie de la libertad provisional, sin haber cumplido la reparación, esto es el pago de las millonarias sumas a las que fue condenado? ¿Tiene sentido que, por alegarse vulneración de derechos constitucionales, juececillos de cualquier lugar, se permitan sin más irrumpir con sus pronunciamientos, muchas veces apresurados, sino acomodados y probablemente retribuidos, yéndose en contra de la racionalidad e institucionalidad?
El candado está roto sobre todo en lo moral y en el sentido común, ya que el candado del buen juicio no existe, debido en gran medida a normas estructuradas por arquitectos jurídicos del socialismo SXI, las mismas que en la práctica han sido eficientes en dar la espalda a la sociedad, a efectos de entregar las llaves del candado a los camaradas en apuros…