Ayer, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, levantó el feriado bancario que implantó tres semanas atrás en el contexto de su lucha con el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y los países de la eurozona (la troika) liderados por la canciller alemana, Ángela Merkel, sobre las condiciones del rescate de la economía griega, en ruinas como la Acrópolis.
Alexis Tsipras llegó al poder apoyado por una coalición de izquierda, rechazando el paquete de ajuste requerido a cambio del rescate. Las prolongadas negociaciones lo llevaron a declarar un feriado bancario y a buscar, con éxito, el respaldo mediante consulta popular que le dijo no al paquete de ajuste.
Regresa a la mesa de negociaciones con esperanza de haber ablandado a la troika, pero esta considera que la economía griega se había deteriorado más y, por lo tanto, el nuevo paquete de ajuste fue más severo que el negado en las urnas. Rehusar implicaba la salida del euro, la quiebra de los bancos y la pérdida de depósitos, poner a circular certificados de Tesorería a falta de moneda, luego conformar un banco central y emitir moneda que se devaluaría rápidamente.
Tsipras consideró que aceptar el paquete de austeridad era el mal menor. El Parlamento aprobó el paquete con el apoyo de los diputados de oposición y la deserción de buen número de sus diputados, incluyendo algunos ministros de Estado.
Grecia recibirá un rescate que impedirá que quiebren sus bancos. Recibirá euros para pagar sueldos de la administración pública y pensiones, así como los vencimientos de su deuda.
El recorte en el gasto público debe permitirle generar un excedente fiscal lo suficientemente grande como para servir la gigantesca deuda externa. El Fondo Monetario impulsa que a Grecia se le conceda una condonación parcial, sea del principal o los intereses de la deuda.
Muchos especialistas destacan lo draconiano del ajuste y lo consideran injusto: largos años adicionales de penuria. Otros destacan que los miembros de la eurozona, que lo fueran del bloque soviético, adoptaron medidas similares y hoy están boyantes. Irlanda, Portugal y España, integrantes de la eurozona, pusieron en marcha dolorosos procesos de ajuste y están saliendo. Si se concede un tratamiento más blando para Grecia, los gobiernos de estos tres quedan como tontos por haber aceptado tanto sacrificio.
Pertenecer a una unidad monetaria requiere políticas fiscales y sociales comunes: no hay soberanía en estas materias, como no lo hay en lo monetario. O la eurozona va a una especie de federación, o se desintegra.
En cuanto a Tsipras, con su popularidad intacta, presumiblemente llamará a elecciones anticipadas; en sus listas habrá solo adeptos y ya no aliados circunstanciales.
De la confrontación con Europa, Grecia salió perdedora, pero Tsipras sería ganador.