El final de un ciclo
Al término del partido con Francia, en un gesto conmovedor, Walter Ayoví se cubrió la cara con la camiseta, se inclinó y lloró. En sus lágrimas corría posiblemente el torrente de desazón de miles de aficionados que sentíamos lo mismo.
En esos instantes, los rugidos del Maracaná comenzaban a apaciguarse y nuestros seleccionados se miraban unos a otros tratando de comprender la situación.
No estuvo mal el empate con Francia, pero habíamos quedado eliminados del Mundial. Jugamos inteligentemente con uno de los favoritos para la corona, posiblemente el mejor equipo del torneo, pero no bastó; debíamos tomar el camino del regreso.
Así es el fútbol, se dirá; en el deporte se gana o se pierde. Es un simple juego, sus jugadores son seres humanos, no héroes ni dioses; son personas, muchachos, con enorme inteligencia, destreza física y capacidad para soportar presiones tan grandes como un estadio de fútbol lleno y que ruge. Y eso es mucho.
Pero el punto, luego del agridulce retorno de Brasil, es qué vendrá adelante. Y para saberlo, debemos reflexionar con equilibrio y moderación, pero sin condescendencias. Mi punto es que con esta participación mundialista el fútbol ecuatoriano profesional cerró un ciclo.
El ciclo Chiriboga, si queremos ser más claros; el ciclo de la escuela colombiana en la dirección del cuerpo técnico; el ciclo de nuestras tres clasificaciones mundialistas. Un ciclo de grandes logros y cimas escaladas, pero un ciclo de muchos problemas y situaciones oscuras, mal olientes y vergonzosas.
Que los aficionados agradecemos lo bueno, correcto; pero que también los dirigentes deben responder por sus errores y malas prácticas, por supuesto. Pero el ciclo terminó y terminó por dos razones contundentes. Primera, una Selección que ya había estado en octavos de un Mundial solo podía repetir la hazaña de 2006. No hacerlo es un fracaso y los fracasos no se repiten.
Y este no se explica solamente por los 29 segundos finales del partido con Suiza. Segunda, la situación de gran parte de equipos profesionales y del Campeonato Nacional es calamitosa: instituciones en quiebra, jugadores impagos y un caos en muchos niveles. Ese es el granero de la Selección. Si este no se recompone ¿qué Selección esperamos? ¿Pensamos que así es posible vencer a potencias futbolísticas, multimillonarias y megaorganizadas? Por ello, el ciclo presente terminó y si no renovamos desde las bases no regresaremos a un Mundial por décadas. Resumiendo: fuera Chiriboga, fuera Rueda, recuperemos lo bueno, retomemos el camino ascendente.
Pero tengamos también claro que hoy el fútbol es un botín no solo deportivo y simbólico, sino económico y político. En un país tan hiperpresidencial como el Ecuador los ojos del poder desde hace rato lo asechan. Ese tampoco es el camino. El fútbol no puede ser instrumento de ninguna revolución. Por ello, los aficionados, los amantes del fútbol la tenemos difícil. Quedémonos por ahora con el cariño y agradecimiento a esos muchachos enormes que con su juego nos hicieron soñar y por instantes nos hicieron felices.