La fama de Eugene Fama -flamante Nobel de Economía junto con otros dos importantes académicos- se debe a que durante los años 60 y 70 definió y demostró con exactitud matemática el significado de “eficiencia de mercado”.
La noción de eficiencia fue planteada por Adam Smith, a finales del siglo XVII, con su tratado sobre la riqueza de las naciones. Smith acuñó aquel término famoso de la “mano invisible” para referirse a la manera espontánea en la que un mercado abierto a la competencia llegaba al equilibrio, encontrando un precio justo que reflejara la escasez o abundancia relativa de un bien o servicio.
Con sus investigaciones, Eugene Fama dio una vuelta más de tuerca a ese principio y propuso que los mercados son lugares -virtuales o físicos- donde se comparte información y donde los precios son el resultado último de esa información compartida.
Cuando las barreras de entrada y salida a una industria son bajas -cuando los mercados son competidos- los participantes llegan a saber no sólo a quién le fue bien, sino también a qué empresa le fue mal y por qué.
Esas buenas y malas noticias fluyen rápidamente en los mercados abiertos y esa información es utilizada por los distintos agentes para ajustar su demanda y su oferta en función de los últimos acontecimientos económicos. Por tanto, el nuevo precio que se forme reflejará la opinión o expectativa que un mercado se haga sobre el desempeño futuro de un bien o servicio.
A muchos, esto les parecerá trivial pero no lo es. Fama fue capaz de demostrar empíricamente esta hipótesis con sus trabajos en los mercados de capital y, más importante aún, de plantear una serie de conclusiones sumamente relevantes para el desempeño económico de millones de familias y empresas.
La más importante es que en los mercados eficientes -en aquellos donde la información fluye transparentemente- los precios de las acciones y los bonos no se pueden predecir. Alguien que apueste por la subida de un precio y gane lo hará porque tuvo suerte solamente, demostró Fama.
A raíz de aquella constatación, las estrategias de inversión en bolsa dieron un giro: perdieron importancia las prácticas especulativas y se crearon fondos que invirtieron en canastas de acciones o bonos que diversificaban el riesgo y que permitían al inversionista tener un rendimiento promedio.
Ninguna teoría puede explicar todos los fenómenos. En el caso de Fama, su hipótesis sobre la eficiencia de los mercados de capital no pudo dar cuenta de casos perniciosos como las burbujas especulativas, responsables de las últimas crisis financieras. A pesar de aquello, es justo decir que Eugene Fama es el padre de las finanzas modernas y que su legado académico perdurará mucho tiempo.