En 1932, Neftalí Bonifaz, elegido presidente de la República, fue sometido a un juicio político bajo la alegación de que tenía nacionalidad peruana y que había viajado haciendo uso de su pasaporte peruano. Bonifaz trató de explicar su conducta diciendo que esos eran errores cometidos “en su despreocupada juventud”.
El pasaporte es el documento de viaje en virtud del cual se dan a su portador las facilidades previstas para los nacionales del país que expide el pasaporte. No es un título que confiere nacionalidad, pero la presupone. Salvo ciertas excepciones, un estado expide pasaportes solo para sus nacionales. Así, un ciudadano ecuatoriano tendrá un pasaporte expedido por el Ecuador y con él viajará.
En el caso de Bonifaz, el haber viajado con un pasaporte distinto al ecuatoriano fue suficiente para cuestionar su elección como presidente de la República, ya que se dedujo que, al haberse acogido a la protección de las leyes peruanas, había puesto en duda su honesta adhesión a los derechos e intereses del Ecuador, especialmente en lo relativo al contencioso territorial con el Perú.
En estos días la prensa ha informado que el ministro Long, al viajar en misión oficial a Europa para conversar sobre el caso Assange y pedir, además, a Gran Bretaña que acepte estrechar sus relaciones con el Ecuador, no ha usado el pasaporte que – supongo- se le habrá expedido en su condición de ministro de Relaciones Exteriores.
¿Usó el Canciller su pasaporte británico o un documento de viaje comunitario europeo? Sería censurable que hubiera viajado a Londres con un pasaporte extranjero o, peor, británico, más aún si su propósito era conversar sobre una controversia acerca de la cual Quito y Londres tienen criterios contrapuestos. Al ser recibido, ni siquiera con su par británico sino por un funcionario del Foreign Office, ¿habrá visto éste en el señor Long al Canciller ecuatoriano o a un ciudadano británico, sujeto como él a las leyes del imperio? ¿Se habrá debido a esto la ríspida negativa que recibió Long cuando pidió estrechar las relaciones bilaterales? Dicho sea de paso, haber hecho tal propuesta después de constatar la inflexibilidad de Londres en el caso Assange y el efecto negativo de esa controversia, puede ser calificado, caritativamente, de ingenuidad diplomática.
El derecho internacional acepta ahora que una persona pueda tener una doble nacionalidad. Sin embargo, un Canciller en funciones, que además no ha dejado de sorprender porque, nacido francés, optó por la nacionalidad inglesa y es ahora, ecuatoriano, no puede ignorar lo criticable que resulta viajar con un pasaporte extranjero, con el propósito de defender los intereses y derechos del Ecuador.
No creo que, en este caso, esos errores puedan ser atribuidos a una “despreocupada juventud”.
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