Parece que la recesión española terminó. Duró cinco años. La economía creció unas décimas este trimestre. El desempleo sigue altísimo (26,6%), pero la única manera racional de reducirlo es con crecimiento e inversiones.
El camino comenzó en los últimos tiempos del socialista Zapatero, cuando congeló las pensiones, y luego seguido por Mariano Rajoy, fue el de la austeridad: recorte del gasto público y reducción del endeudamiento.
De estas crisis se sale generando riquezas producidas en las empresas. España cuenta 47 millones de habitantes y, 23 millones podrían trabajar, pero sólo laboran 16 millones y medio. Más de 6 millones están desempleados. Grosso modo, de los 16 millones y medio que trabajan, 13 y medio lo hacen en actividades privadas, mientras 3 millones pertenecen al sector público. El porcentaje de trabajadores estatales está cerca del promedio de la Unión Europea, pero la relación entre quienes trabajan en empresas privadas y la totalidad de la población es muy baja.
Trece y medio millones de trabajadores deben mantener a 47 millones de españoles y pagarles su salario a 3 millones de empleados públicos. Entre quienes deben ser mantenidos hay 15 millones y medio inactivos: pensionados (sobre 7 millones), estudiantes (2,5 millones), incapacitados permanentes (millón y medio), labores del hogar (4 millones) y otros ciudadanos.
Esto se alivia con más trabajadores. ¿Cuántos?: 23 millones. Casi 10 más de los empleados. Pero de nada sirve que laboren en trabajos poco productivos: las actividades no lucrativas destruyen capital y arruinan sociedades.
No obstante, España no es un país pobre. El PIB per cápita es de más de 30 000 dólares y excede un poco la media europea. Algunas comunidades autónomas, incluso, rondan los 40 000 dólares: Madrid, Vascongadas, Navarra, Cataluña. Entre las pobres, como Extremadura, es más rica en esto que Chile, el país más próspero de Latinoamérica. Murcia tiene el PIB per cápita de Corea del Sur.
Hay otros indicadores donde España está entre los primeros 25 países del planeta: escolaridad, longevidad, acceso al agua potable, alimentación, servicios médicos, seguridad, protección policiaca, instituciones de Derecho, libertades, comunicaciones. El país, en medio de la crisis, figura entre los mejores en calidad de vida del mundo. Sigue siendo un gran vividero.
La asignatura pendiente: falta desarrollar un tejido empresarial más extenso, competente y productivo. Mientras, los españoles emigran. El país pierde trabajadores, pero esas personas adquieren conocimientos, experiencias y ahorros. Es una bendición que quienes no tienen trabajo puedan encontrarlo en Alemania, Holanda o Suiza. Debe verse a la Unión Europea como un gran espacio laboral y perderle el miedo a los idiomas o a los climas inhóspitos. La globalización también es eso.