Dos frases de Nicolás Maquiavelo serían suficientes para resumir lo que pasó, y sigue pasando, en el Ecuador político. La primera permite entender el cinismo con el que, muchos militantes, funcionarios y simpatizantes de la “revolución ciudadana, sostienen afirmaciones contrarias a la realidad: “La política es el arte de engañar”.
Solo dos ejemplos. Es claro que eso de las “manos limpias”, frase que Correa usaba para describir una administración supuestamente libre de corrupción, era mentira. Antes de las revelaciones de Odebrecht, circulaban rumores sobre corrupción. Sí existían denuncias, pero los que las hacían eran –y son- perseguidos ferozmente por fiscales cercanos a Correa, amigos, parientes, e incluso hoy, un militante de Alianza País. Engañan cuando sostienen que sus credenciales de honestidad y transparencia provienen de las auditorías del Contralor Pólit, la fiscalización política de sus asambleístas y la inacción del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social.
A medida que se devela nueva información, constatamos que la corrupción tiene una dimensión que ni siquiera podíamos imaginar. Siempre quedará la duda del porqué del silencio y pasividad de los militantes honestos de AP, cuando veían a sus compañeros, los nuevos ricos, con sus mansiones, autos de alta gama, veleros y viajes de lujo, imposibles de pagar con sueldos de burócratas. Todo sucedía bajo las narices de un inmenso aparato de control y espionaje preocupado en seguir a mucha gente honesta cuya única falta era no pensar igual y defender sus convicciones.
Otro ejemplo del engaño, el proyecto de creación de un Silicon Valley criollo. Usaron millones de dólares para montar una universidad y una empresa del mismo nombre. Universidad casi sin aulas y grandes gastos. Empresa con mucho personal, sin inversiones y proyectos. En su momento ni siquiera les importó lo increíble que sonaba el anuncio de una supuesta inversión de la empresa Tesla, por 3000 millones, una mentira rápidamente descubierta. Es claro que los responsables de la mentira -siguen sin rendir cuentas- únicamente les preocupaba aparentar éxito e importancia.
Esto nos lleva a la otra frase de Maquiavelo: “Todos ven lo que tú aparentas; pocos advierten lo que eres”, lo que permite explicar el porqué de la máscara de revolucionarios mesiánicos y antiimperialistas usada durante años, una máscara que ocultaba a muchos autoritarios resentidos y a negociantes inescrupulosos. Esa máscara se cayó completamente ahora que no cuentan con el aparato de comunicación, los sistemas de persecución, miedo y silenciamiento que montaron.
Glas todavía sigue apostándole a las apariencias. Con otra institucionalidad su situación legal sería distinta, parece que vivimos aún bajo la lógica del engaño. ¿Cuánto tiempo más durará esto? ¿Cuánto tiempo más le tomará al presidente Moreno pasar de la palabra a la acción? Seguimos esperando un cambio más allá de las formas.