La tasa de muertes violentas se ha disparado en los últimos 10 años. El repunte dibuja una realidad insoslayable, que muestra el grave deterioro de la institucionalidad por efectos de la criminalidad en el paÃs y la fuerte descomposición social que afronta Ecuador como una nación.
Un reporte que se publica hoy en las páginas de este Diario muestra que a más de que el aumento de las muertes violentas ha tenido un repunte notable en lo que va de 2022, el crecimiento de la tasa de este delito ha sido sostenido.
En 2013, el indicador de muertes violentas en el Ecuador era de 10,9 por cada 100 000 habitantes. Hasta octubre de 2022 subió a 19,6. Es un crecimiento exponencial, que casi se duplica y que muestra que no solo es una percepción ciudadana el clamor de inseguridad, sino una realidad que debe ser entendida como una conjunción de varios problemas estructurales.
Los datos recabados por este medio de comunicación dan cuenta que Guayas, Esmeraldas, ManabÃ, Los RÃos y El Oro son las provincias que concentran el mayor registro de delitos.
Esmeraldas tiene la tasa de muertes violentas más alta del paÃs: 63,3 por cada 100 000 habitantes.
El dato de Esmeraldas no es fortuito. El acecho del narcotráfico a esa zona fronteriza es un hecho. Su cercanÃa con el lugar con más plantaciones de coca en el mundo la hace vulnerable. La región sur de Colombia no solo tiene grandes cantidades de hectáreas cultivadas, sino que la densidad de los cultivos se ha incrementado gracias a la tecnologÃa: ahora se cosecha más coca en menos espacio. Las consecuencias han sido desastrosas. Si el negocio ilegal es millonario, el efecto inmediato es que la violencia es el único método que se utiliza para que el producto llegue a su destino final. En ese panorama, la disputa de territorios, de rutas y redes operativas se resuelve con sangre y plomo.
Las medidas de control y orden, en definitiva, son paliativas. La verdadera solución está en un amplio debate multilateral, para romper con los eslabones iniciales del flagelo de la droga y la muerte. Ecuador y la región deben entrar de lleno en esa visión.