Antes de ingresar a la entrega de los Oscar, Kevin Spacey, el de la memorable ‘Belleza americana’ y actual protagonista de la serie ‘House of Cards’, envió un tuiter clamando: “¡Venezuela, no te rindas, todo el mundo tiene el derecho a expresarse!”. Y al recibir su estatuilla de actor de reparto, Jared Lareto pidió solidaridad con Ucrania, invadida por tropas rusas. Eso no lo vieron ni venezolanos ni rusos porque sus respectivos gobiernos, de corte despótico, habían suspendido la emisión en vivo de la ceremonia pues temían ser fustigados por “la derecha fascista mundial”. Por el contrario, en el Imperio del Mal, las obras que critican al sistema político y financiero actual -empezando por la misma ‘House of Cards’– no solo que no son perseguidas sino que suelen recibir importantes premios.
Este año, varias de las películas nominadas a los Oscar llamaban la atención justamente por eso, porque cuestionaban diversos aspectos del establishment. Y porque –¡bendito sea Dios! como decía mi abuela–, no mostraban asesinatos ni persecuciones de carros ni efectos estrambóticos. Con Scorcese y De Niro al frente, y con su carga de sexo banal, droga, despilfarro y cinismo, ‘El lobo de Wall Street’ presenta, en tono de farsa grotesca, la corrupción financiera que fue la antesala del desastre del 2008. En la misma onda se enmarca ‘Escándalo americano’ sobre unos estafadores de medio pelo que son utilizados por un loco del FBI para desenmascarar a una red de políticos corruptos de Nueva Jersey. Las actuaciones de Bale, Cooper, Renner y Amy Adams son una delicia de contemplar, aunque la Academia no les haya premiado.
Quien sí se fue llevando a su casa el Oscar a la mejor actuación fue la magistral Cate Blanchett por su papel de una mujer delirante y drogada que se derrumba desde Park Avenue porque su rutilante marido resulta ser, cómo no, otro gran estafador. Lo interesante es que esa historia un poco sosa y previsible de Woody Allen demuestra que una gran actriz puede salvarle los muebles a quienquiera. Como se los salva también la desquiciada y drogada Meryl Streep en ‘Agosto’, crónica de una familia rural que se va al diablo.
Pero ‘El club de los desahuciados’ va incluso más allá con la premiada actuación de Matthew McConaughey, quien bajó muchos kilos para (des)encarnar a un cowboy putero y drogadicto que se enferma de sida a mediados de los 80, cuando la naciente epidemia aterraba a los gringos. Los curuchupas de aquí y allá veían al sida como el castigo divino por el desenfreno sexual de las décadas anteriores. (Habría que preguntarle al señor Maduro, que tiene contactos con las esferas celestes y descabeza estudiantes en las calles de Caracas). La dupla Matthew-Jared Leto es realmente conmovedora y jugando al filo de la ley desafía y desenmascara los intereses del sistema médico-farmacológico.
Droga, corrupción, decadencia, dolor: Hollywood también enfrenta a sus demonios.