Hoy la cuarentena cumple 205 días que han estado más plagados de malas que de buenas noticias. Pero en los peores días de la cuarentena hubo una evolución que, si bien fue muy positiva, no recibió la atención que merecía. Me refiero al aumento del número de personas que recibieron algún tipo de bono del Estado, una de las políticas sociales más solidarias y mejor focalizadas que tiene el país.
Mientras que la economía sufría una violenta contracción, las empresas quebraban, el desempleo subía, los oleoductos se rompían, el precio del petróleo se desplomaba, el déficit fiscal se expandía y el Gobierno se atrasaba en los pagos a sus funcionarios y contratistas, mientras todas esas cosas malas sucedían, el Bono de Desarrollo Humano y el conjunto de otros bonos creados por el Gobierno, se seguían pagando con puntualidad y hasta se expandían.
El Ecuador, y esto puede ser un dato que sorprenda a alguno, es uno de los países de América Latina que más recursos destina a transferencias directas del Estado a los ciudadanos más pobres. Estos recursos llegan de manera bastante directa a la población más pobre, lo que le convierte en una de las áreas mejor focalizadas del gasto público.
Cuando se dice que un gasto está “focalizado” significa que sí llega a la población objetivo que, en este caso, son los más pobres. De cada USD 50 destinados al Bono de Desarrollo Humano (o al alguno de sus primos), es casi seguro que llegarán USD 50 a una persona pobre. Dado que casi no hay costos administrativos y es mínimo el espacio para corrupción que puede haber en estas transferencias, la proporción del gasto que llega a su destino es muy alta.
Sólo por comparación, calcule usted qué porcentaje del gasto destinado al Hospital de Pedernales llegó a los más pobres o qué porción de lo destinado a la Refinería del Pacífico ayudó a reducir la pobreza.
Por eso es una buena noticia que el pago del Bono nunca se interrumpió, ni siquiera en los peores momento de penuria en el arranque de la cuarentena o en los aciagos días en que el petróleo tuvo precios negativos. Los receptores del bono, que lo cobran a través de bancos y cooperativas, nunca tuvieron que esperar, como lo hicieron los funcionarios público o los proveedores del Gobierno.
Es más, el gasto se priorizó de tal manera que se llegó a expandir el número de receptores, que estaban en 1’ 025 000 en marzo 2020 a 1’ 975 000 julio con un bono temporal que sólo se pagó hasta ese mes.
Evidentemente esto no solucionó los problemas de los grupos más vulnerables, pero sí fue un importante colchón que amortiguó lo más duro del golpe. Una dosis de solidaridad, un tema positivo, un ejemplo de buena priorización del gasto público.