Según Donald Trump, “cuando México nos manda su gente… no envía a los mejores… Traen drogas, traen crimen, son violadores…. Construiré una gran muralla y haré que México la pague”.
Con estas declaraciones Trump se desnuda como racista. Causó la justificada indignación de inmigrantes mexicanos, las autoridades y el pueblo de México, de los hispanoamericanos en general. También de políticos y comunicadores estadounidenses. Las declaraciones merecen dos lecturas: el costo en que incurre y el beneficio que espera alcanzar.
El costo es elevado. Univisión canceló el contrato de trasmisión de su negocio de Miss Universo; México no enviará representante al próximo concurso. Algunos socios en proyectos inmobiliarios cancelaron su participación. El Alcalde de Nueva York, donde Trump tiene sus principales negocios inmobiliarios, revisará los contratos del empresario con la ciudad.
¿Por qué lo hizo? Por las elecciones presidenciales de 2016. Obama termina desgastado luego de ocho años, y los republicanos huelen victoria. Trump es un precandidato entre más de una docena. Los programas televisivos de debates, en los cuales es indispensable estar si se quiere exposición nacional, no pueden presentarlos a todos, y escogen a los de mayores posibilidades según las encuestas.
En esas circunstancias, las declaraciones incendiarias son la vía más expedita para que un precandidato capte la atención de medios y delelectorado. A Trump las declaraciones le generaron mala prensa pero le permitieron captar la preferencia de 15% de los electores republicanos, suficiente para catapultarlo momentáneamente al primer lugar en las encuestas y con ello presencia en los debates nacionales. En segundo lugar va Jeb Bush, cuya esposa es mexicana y a quien los expertos siguen considerando el más opcionado.
Hay presión para que la dirigencia republicana repudie a Trump, cuyas declaraciones reducen las posibilidades del partido de acercarse al electorado hispánico. Los residentes en EE.UU. de origen hispano fueron 50 millones en 2010, superando a los afroamericanos como la primera minoría étnica. De los 27 millones en que aumentó la población estadounidense entre 2000 y 2010, 15 millones son de origen latinoamericano. Hoy son mayoría en California, el estado que más pesa en elecciones presidenciales.
La dirigencia republicana no lo repudia porque el millonario Trump podría lanzarse como candidato independiente, y toda su votación vendría en desmedro del candidato republicano, en favor del candidato demócrata, probablemente Hillary Clinton, esposa del expresidente Clinton.
Hombre sin dios ni ley, Donald Trump es una caricatura del capitalista como la dibujaría un marxista. Calcula que la notoriedad jugará a su favor, independientemente del costo en el corto plazo.