Dispararse en los pies. Perder contacto con la realidad. Exagerar. Desbordarse. Desvariar por completo. Eso ha hecho el Gobierno en las últimas semanas de forma atarantada e inexplicable, a pesar de que el teflón sigue resistiendo.
Pero entendamos una cosa, si el Gobierno mantiene su popularidad y credibilidad no es gracias a toda la parafernalia, todo el dinero derrochado en varias campañas publicitarias como la “La Megan”, “La Mano de Chevron” (que parecería haber sido diseñada para desviar la atención de la explotación del Yasuní y recuperar algo de su antiguo velo ambientalista). No, señoras y señores, no es por el lavado cerebral al que estamos sometidos incesantemente que el correísmo sigue en la cúspide, sino a muy a pesar de él.
Y es que es importante distinguir y matizar. Es claro que el Gobierno durante su estancia en el poder, ha inaugurado una nueva era en la comunicación política, y que ésta en ocasiones ha sido impecable. Recordemos los spots publicitarios de un par de campañas, la primera del 2006 con su comercial de los payasos en el ascensor y el último comercial de Rafael Correa paseando en bicicleta por el Ecuador. Ambas piezas, impecables. Traigamos a nuestra memoria así mismo -en este país en el que olvidar está prohibido por decreto aunque quieren que lo hagamos selectivamente- la perfecta campaña publicitaria que el Gobierno -sí, este mismo que ahora nos vende la panacea de la explotación petrolera del Yasuní- montó para que la gente en el mundo tomara conciencia de la importancia de preservar el petróleo bajo tierra y dejar intactos los bosques de la Amazonía.
Si no lo recuerda, visite (IamYasuní: https://www.youtube.com/watch?v=MxFI55ccPxo) Una pieza publicitaria maestra en donde se muestra la reacción de los ciudadanos neoyorquinos cuando empieza una perforación petrolera en pleno Madison Square Park. Y visítela pronto, pues como van las cosas, este comercial pronto podría ser considerado subversivo, antipatria y cosas de ese calibre, a pesar de que fue el Gobierno el que pagó altas sumas de dinero para producirlo. Así de disparatados andamos.
El quid del asunto es que el Gobierno en su desvarío e innecesaria extralimitación puede ocasionar una sobredosis de hastío en la ciudadana. El derroche en el ejercicio del poder conduce a la enfermedad de la desconexión completa con el sentido común.
¿A quién en su sano juicio se le podría ocurrir que una propaganda que usa la imagen de una niña, violentando la Constitución, puede resonar positivamente para conmemorar un acontecimiento político como el 30S? ¿Por una simple campaña la mano sucia de Chevron limpia la mano sucia del Yasuní? No y por lo general la propaganda hace bastante menos que la coherencia política.