Nunca como ahora los deseos de salud al inicio de un nuevo año han sido expresados con tanta vehemencia, en un mundo desesperado por dejar atrás al anterior con su estela, aún inacabada, de muerte y sufrimiento por la pandemia. Nunca como ahora más cierto: “la salud no lo es todo, pero sin ella todo lo demás es nada”.
Mantener poblaciones saludables -derecho universalmente reconocido- es obligación de los Estados, que deben propiciar condiciones favorables: alimentación, agua potable, saneamiento, respeto a la naturaleza, educación, entre otros “determinantes” de la salud. Han de organizar también servicios articulados en sistemas nacionales de salud, que aseguren acceso oportuno a prestaciones eficaces, con calidad y calidez. Y estimular también el cumplimiento de obligaciones de autocuidado responsable de personas, familias y comunidades. Acciones a integrarse en políticas y planes de salud permanentes, debidamente concebidos, financiados y ejecutados.
La protección de la población frente a potenciales desastres por riesgos diversos, demanda asimismo capacidades estructuradas de anticipación y respuesta. A los sistemas de salud pública les corresponde liderar la gobernanza ante riesgos biológicos, como epidemias.
La Vigilancia Epidemiológica es un componente esencial de tales sistemas. Comprende, básicamente: redes de laboratorios públicos y privados, que realicen procedimientos diagnósticos existentes o incorporen ágilmente nuevos, para una oportuna identificación de casos; un eficaz sistema de rastreo de infectados y contactos, con base en redes de unidades locales de salud, potenciadas con participación comunitaria, para frenar una transmisión explosiva de casos; un sistema de información que dé cuenta oportuna y fidedigna de la situación epidemiológica; una inteligencia de gestión que responda adecuadamente en niveles hospitalarios, y de comunicación del riesgo, para un proceder consciente de la ciudadanía. Todo ello apoyado por notables innovaciones tecnológicas.
El mundo, en general, desoyó fundamentadas advertencias que años atrás anticiparon que la pandemia era cuestión de tiempo; con la retaguardia al descubierto el virus embistió a la mayoría de países, incluso a aquellos con robustas estructuras de salud pública y consolidados sistemas de salud, no se diga a otros, como Ecuador, con crónicas deficiencias nunca superadas, ni siquiera cuando los recursos llegaron en abundancia. El saldo está a la vista.
Nada más oportuno, entonces, que el debate presidencial organizado por EL COMERCIO y Televicentro haya incluido “la pandemia y la salud pública” como tema de análisis. Aporte valioso para que ¡ojalá! la salud deje de ser la cenicienta de las políticas. Y para que los deseos de salud se hagan realidad.