La delincuencia ha sido siempre -y lo es ahora- más numerosa y grave, con la particularidad de ausencia de temor en su práctica y a la reacción posible de la víctima.
Recordemos algunas cifras.
En el año 1943 la delincuencia creció levemente respecto a un periodo anterior. El mayor delito –igual que hoy- era el robo. Pero también había ya un índice notable de delitos de heridas y lesiones. Como referencia: un total de 2 245 infracciones de los diversos ramos, tenía ya alarmada a la población. Pero al comenzar el periodo de 1948 en adelante, éstos se elevaron ostensiblemente. De todos modos, la peligrosidad no era tanta: el ladrón que ingresaba a un domicilio, si el dueño u ocupante advertía su presencia, salía en fuga. Hoy ataca sin medir consecuencias.
Estas y muchas referencias constan en los informes que obligatoriamente debían comunicar a la Corte Suprema de Justicia, cuando los Magistrados acudían a visitar las cárceles, por obligación legal. El hacinamiento, igual que hoy, hacía imposible el anhelo teórico de la rehabilitación.
¿Qué sucede ahora? “16% más de robos en los primeros 4 meses de este año” (EL COMERCIO, 31 de mayo de 2021) En resumen: 16 139 casos en todo el año 2020; solo en los cuatro meses del presente, 18 757 delitos.
A continuación, algunos datos: en el aludido periodo del 2021, perjudicaron a personas; invadieron y hurtaron carros a motor, causando daño a sus propietarios; y también apoderándose de accesorios. No se salvaron los 1 629 locales comerciales, ni clientes de los bancos privados, particularmente cuando retiran sumas considerables.
Cuando el hurto se consuma con engaño, entra en la categoría de estafa. El estafador se jacta de su habilidad verbal para vender lo que no tiene o no existe, como –caso extremo- el “número premiado” de la lotería. Para la estafa contribuye la víctima con su ambición de obtener beneficio fácil y pronto.
El robo es más grave que el hurto y requiere que el delincuente lo cometa mediante amenazas o violencias. En el hurto, como queda dicho, no hay ese elemento y tiene como autores a los carteristas, “arranchadores”, “descuideros” y similares.
La época actual es mucho más terrible que cualquiera de las anteriores en materia delincuencial, pues se han incorporado el narcotráfico y su derivado el micro, que afecta especialmente a los jóvenes, quienes quedan afectados y la familia empobrecida.
No hace falta una descripción para recordar que el Ecuador se ha convertido en una bodega de estupefacientes y un lugar para su embarque al mercado internacional. Sus partícipes utilizan métodos más que crueles con quienes se disputan el negocio, o el mando sobre los componentes de la mafia bajo su control, llegando al extremo ya no solo de asesinar, sino de torturar y mutilar el cadáver.
Este negocio vale millones, que los defenderán.