Son obvias las trifulcas politiqueras orquestadas por periodistas de ocasión, para echar abajo el gobierno de Lasso, crear las “condiciones objetivas” para el golpe pseudo legal, el caos, disolución de la Asamblea, elecciones anticipadas y que se revoque la sentencia que condena al caudillo a 8 años de prisión.
Las actuaciones del Ejecutivo también han facilitado la arremetida actual. Así, el encerramiento en el círculo íntimo, la falta de sentido político, creer que arreglar las cuentas fiscales es suficiente para el apoyo ciudadano, la incapacidad para atender necesidades elementales, como medicinas en los hospitales, obtención de cédulas, pasaportes, licencias de manejo y otros similares, las tardías respuestas ante hechos obscuros y la falta de obra pública, para citar algunas.
El actual vacío de poder y el desprestigio de las instituciones no tiene antecedente en la historia republicana. La aceptación de la Asamblea apenas llega al 6%; la credibilidad del Ejecutivo no pasa del 12%; nadie confía en los jueces y tribunales; El Consejo de Participación Ciudadana es un bodrio que debe desaparecer; El Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Contencioso Electoral, son tachados de incapacidad y falta de independencia. En suma, la descomposición de los poderes ha llegado a niveles que ponen en peligro la democracia.
Frente a esta encerrona armada por el caudillo y sus áulicos, los ciudadanos no pueden seguir impávidos mirando hundirse la nación. Es hora de marchar a Los Shyris en Quito y a la 9 de Octubre en Guayaquil en defensa del orden constitucional y exigir a Lasso que asuma el liderazgo que corresponde al presidente de la República, se sacuda de quienes buscan sus intereses personales, o tienen rabo de paja, fortalezca su gobierno (el ministro Cucalón es un buen paso), complete el período de 4 años y entregue el mando el 2025 con un país organizado y en paz.