En una larga conversación con un grupo de comunicadores, habías ejercido la presidencia de la Comisión de Fiscalización y Control Político, suministraste copiosa información acerca de los negociados petroleros, de la descomposición institucional y las complicidades delictivas, las andanzas de los tetones de la piscina, y sobre todo, la ligadura entre la política, el crimen organizado, y los carteles de la droga. Con nombres y apellidos, pelos y señales. Ya eras candidato y tu imagen crecía y crecía. En una esquina de la sala, puse mi mano en tu brazo y dije: «Si públicamente dices todo lo que sabes, ¿no crees que tu vida corre peligro? Convendría primero llegues al poder, y ahí se ataque la corruptela». Con la firmeza de la razón y tu brío, dijiste, «No les tengo miedo».
Tu vocación de periodista de investigación te costó una cruel persecución del caudillo autoritario. El tesón de tu convencimiento y la potencia probatoria de las evidencias, te permitió hablar de las andanzas de los bribones a los que vapuleabas, de los operadores que engrasaban la imponente maquinaria de corrupción. No imaginamos la dimensión asquerosa de jueces con tarifa y dinero provisto por las mafias, emitían medidas cautelares, hàbeas corpus y hàbeas data al servicio de los hampones. Aún la intermediación de placer erótico a cambio de retrasos, dictámenes o un fajo de billetes.
Entonces llegaron las amenazas. Y los matones a sueldo acabando con tu vida. Pero no pudieron silenciar tu voz que taladra la memoria colectiva. «Metástasis» y «Purga», amontonan la evidencia irrebatible de tus denuncias. Te asesinaron. Sólo falta saber quienes ordenaron. Algunos están procesados y alguien ya fugado.
Entonabas la canción de Sabina, Noche de bodas. Contigo gano el quiero, la guerra del puedo. Los que ordenaron tu muerte ahora se mueren de miedo. Entendiste que ser cobarde no valía la pena, pero no te importó «Que ser valiente no salga tan caro».Fernando Villavicencio: no callaron tu voz y tampoco serás el olvido. ¡Cuánta razón tenías! En poco tiempo el tiempo te ha dado la razón y la historia un sitio de resplandor perdurable.